La Junta General del Principado va a abrir un registro en el que deben inscribirse los grupos de presión, más conocidos por lobbys. Hasta el otro día, en la política española, los grupos de presión no estaban oficialmente reconocidos aunque existían y presionaban, como dice su nombre. Si se me permite una comparación desafortunada diré que con los lobbys sucedía como con la prostitución, actividades sin legalizar, pero con un margen de permisividad alto para que ambas se pudieran ejercer para satisfacción de profesionales y clientes. El Principado da un paso adelante y bajo el paraguas de la transparencia pone en marcha el registro citado.
El asunto es controvertido porque hay que delimitar quién es lobby. La normativa obliga a registrarse a “las personas u organizaciones que constituyen grupos de interés al dedicarse profesionalmente a realizar actividades de influencia”. Vamos a ver señores legisladores. Puede que haya algunos despachos de profesionales dedicados a mediar (influir), pero las presiones llegan de corporaciones, instituciones, empresas o colectivos que no se dedican profesionalmente a influir, sino a trabajar en lo suyo, pero que en un momento determinado van a ver a la Administración para preguntar de lo mío qué. ¿Se registran los ayuntamientos, los colegios profesionales, las cámaras de comercio, los sindicatos, la patronal, los clubes deportivos, los pensionistas? Dicho de otra manera: las empresas eléctricas no se dedican profesionalmente a influir, porque lo suyo es generar energía, pero estoy seguro de que el actual mix energético español es el resultado de muchas conversaciones de los gobiernos de turno con las eléctricas. Y menos mal que es así, porque si se deja a ministros y funcionarios solos habríamos retrocedido a los años cincuenta del siglo pasado, con cortes de luz, cerillas y velas.
En la normativa se habla de registrar la cifra de negocios de los lobbys, el objetivo de sus gestiones y los altos cargos con que se entrevistan. Un expediente burocrático minucioso. La vida no funciona así, señores. Cuando se hace un planteamiento rígido, las gestiones siguen el curso de las comidas informales entre autoridades y directivos. Termino con una anécdota. Hace muchos años cayó en mis manos la lista de visitas que había tenido un alto cargo regional. Faltábamos dos periodistas que habíamos entrevistado al susodicho. Ese día comprendí que los periodistas eran vistos como un lobby pendiente de legalizar.