La reciente sentencia del Tribunal Constitucional (T.C.) sobre el bable ha agitado el debate político sobre la cooficialidad de la llingua asturiana. Partamos del supuesto de que todas las propuestas son discutibles, menos las que tienen como única sustancia la irracionalidad. Digo esto porque la sentencia del T.C. no me ha sorprendido nada y resultaría asombroso que su posicionamiento hubiera sido el opuesto. Recordemos: la Junta General del Principado reformó su reglamento para que pudieran hablar en bable todos los intervinientes aunque no fueran diputados (miembros del Gobierno o cualquier otro compareciente en la Cámara). El conflicto surgió cuando la consejera de Cultura, Berta Piñán, explicaba en asturiano el programa del Gobierno y los diputados de la derecha lo impidieron diciendo que no tenía derecho a hacerlo, recibiendo el apoyo de los servicios jurídicos. Es irracional que los diputados puedan hablar en bable y los consejeros del Gobierno no. La sentencia no la interpreto como un espaldarazo a la llingua, sino como un rechazo al engendro de reglamento que sirvió durante años de norma para regular la actividad parlamentaria.
El letrado del TC, José Manuel Fernández, afirmó, entre otras consideraciones, que la sentencia pone de manifiesto que “la diversidad lingüística es un valor fundamental reconocido por la Unión Europea”. La diversidad lingüística entendida como riqueza cultural es un mantra. Políticos, académicos, sociólogos, profesores, periodistas o sindicalistas se embelesan ante la diversidad lingüística como si estuviesen contemplando la Alhambra. Es cierto, tener dos lenguas en un territorio es mayor riqueza cultural que tener una sola. Y tener tres es una riqueza mayor. ¿Y cuatro? Más aún. Más posibilidades de expresión, más matices, más tesis doctorales. No hay dos palabras que tengan la misma semántica. Por ejemplo, yo no sé qué palabra corresponde en castellano si digo, “atopadizo”. No me convence ninguna de las traducciones. En definitiva, riqueza cultural, sin duda. Y más cosas.
El mayor valor de una lengua es ser vehículo de comunicación. Si en el mundo hubiese una sola lengua la capacidad de entendimiento sería mucho mayor. Habría más intercambio económico, más riqueza, más afinidad. Habría conflictos bélicos, pero menos, porque nos ahorraríamos algunas guerras por identidades que son los egos colectivos. Reconozcamos la riqueza cultural pero asumiendo que conlleva conflicto.