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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL DESASOSIEGO DE RIOPEDRE

José Luis Iglesias Riopedre abandona la cárcel, quedando en suspenso su condena por razones de salud. En el caso del exconsejero de Educación la grave patología coronaria que sufre es conocida desde su etapa de servicio activo en el Principado, habiéndose agudizado con el peso de la edad (81 años). La Fiscalía aceptó su salida de prisión tras enviar Riopedre un escrito al Juzgado de Vigilancia Penitenciaria mostrando arrepentimiento y pidiendo perdón.

El “caso Renedo” fue juzgado y sentenciado hace cinco años, así que el expediente está resuelto. Que Riopedre vea suspendida su condena y pueda vivir en su casa siempre que cumpla tres condiciones -no delinquir, seguir los tratamientos pautados por los médicos y mantener su residencia en un sitio fijo de Asturias- no añade nada nuevo. Sin embargo, al ver su foto saliendo de la cárcel, acomodado en el asiento delantero del coche que conduce su hijo, me gustaría añadir algunas impresiones políticamente incorrectas.

En toda la trama corrupta, conocida como “caso Renedo”, la figura que provoca desasosiego es la de Riopedre. Cuesta encajar al exconsejero de Educación del Gobierno de Areces en un asunto tantas veces visto: unos empresarios hacen el agosto gracias a tener unas relaciones irregulares con la Administración de las que también salen beneficiados responsables de la misma. Si la cara es el espejo del alma, Riopedre no hubiera pasado el casting para rodar esa película. Un tipo que entra en el Gobierno en 1999, como viceconsejero de Educación, y lo abandona en 2010, con el mismo porte, las mismas amistades, el mismo domicilio, el mismo estilo de vida, no guarda ningún parecido con toda esa larga ristra de políticos españoles condenados por corrupción, adictos a la cultura del pelotazo. El desasosiego nace del contraste entre la imagen de Riopedre y su condena. Es difícil aceptar el relato de una trama cuando en ella hay un fulano que no encaja en el guion. Si el consejero  construye un casoplón, renueva amistades, constituye una sicav, cambia de familia, monta una bodega, compra arte para epatar en el salón y se acoge a una amnistía fiscal, el desasosiego desaparecería. El problema es que no hay ni rastro de ese comportamiento. Sentado en el coche que lo aleja de la cárcel viaja el único consejero que apostó fuerte por introducir  las nuevas tecnologías en la educación. Entre la justa sentencia y la percepción del personaje hay un abismo, de ahí que al volver sobre los hechos aparezca el malestar.

 

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por JUAN NEIRA

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