En la Junta debatieron sobre carreteras el consejero, Alejando Calvo, y el opositor Álvaro Queipo. Hace 25 años un duelo parlamentario así despertaba gran expectación porque se consideraba que autovías y carreteras eran la llave del futuro. Se pensaba que la autovía del Cantábrico sería un instrumento clave para reducir el paro. De pelear por la reindustrialización pasamos a creer que las autovías eran la bandera del progreso.

Queipo (PP) criticó la ejecución del plan de carreteras 2015-2025. Sólo se ejecutó el 47% de las inversiones. Los discursos con cifras ciertas son imbatibles. Calvo salió a defender lo hecho, cuando sólo le toca de refilón, porque durante la mayor parte del tiempo gobernaba Javier Fernández. Dijo que se habían hecho muchas actuaciones fuera del plan. No es un buen argumento de defensa porque el plan es la hoja de ruta y si no responde a las necesidades se modifica. También señaló el consejero que el plan es “un objetivo de máximos”. Eso serán los programas electorales. Los planes de infraestructuras se supone que comprenden actuaciones factibles. Bien, vayamos al grano.

El plan de carreteras no se cumple porque los recursos presupuestarios se destinan a gasto corriente. La inversión productiva del Principado es la pariente pobre del presupuesto. Una vez sobraban unos millones de euros y Juan Cofiño dijo que venían bien para carreteras, pero Ripa salió al corte: para gasto social. La situación es tan descompensada que la izquierda para disimular llama inversión al gasto social. A ver si un día Ignacio Blanco les explica la diferencia que hay entre gasto e inversión. Al dejar de invertir se renuncia al empleo: otra bandera arriada en favor de la auténtica prioridad que son las subvenciones. Es decir, pasar el dinero de unos bolsillos a otros. Buenas carreteras no garantizan el progreso, pero sin ellas está asegurado el fracaso.