El Principado y el Arzobispado negocian la retirada de unas decenas de símbolos franquistas de las iglesias. Adrián Barbón le pasó una lista a Sanz Montes, y el consejo episcopal la estudia caso por caso. La actitud de la jerarquía eclesiástica es la de avenirse a un acuerdo. Esta cuestión viene enmarcada por la Ley de Memoria Histórica que se complementa en el caso asturiano con la Ley de Recuperación de la Memoria Democrática, aprobada por la Junta General del Principado en 2019. La pretensión del Principado no pasa de ser el cumplimiento de la legalidad que no admite excepciones. Constatadas las obviedades, adentrémonos en la sustancia política.
Cuando el presidente Zapatero abrió el expediente de la memoria histórica (culto al pleonasmo) pensé que cometía una gran equivocación. Las atrocidades de la guerra y la postguerra habían quedado superadas por la política de la reconciliación nacional preconizada por el Partido Comunista de Santiago Carrillo y luego asumida por todos. Sin la reconciliación no se hubiera podido realizar la transición a la democracia alabada en el mundo entero. Lo anterior no quita para que hijos y nietos de personas asesinadas tuviesen ayudas de todo tipo de la Administración para buscar los restos de sus antepasados indignamente abandonados. Lo que digo es que la España del siglo XXI no debía mirar para atrás, sino para adelante. La iniciativa de Zapatero puso los cimientos de un fenómeno que en la actualidad preside la escena pública: la polarización de la vida política. La exhumación de los restos de Franco se valoró como un acierto del Gobierno de Pedro Sánchez en víspera de las últimas elecciones generales. Expulsar al dictador de su mausoleo daba votos. Qué peligroso es convocar el pasado.
En Asturias, las iniciativas que hay sobre la mesa, bien sea la retirada de escudos, insignias y placas franquistas, o el reglamento de la laicidad en Gijón, están a medio camino entre lo puramente anecdótico y el reforzamiento de rasgos ideológicos. Resultan iniciativas artificiosas porque no responden a ninguna necesidad o demanda colectiva. Se sacan a colación para tratar de obtener rédito de un pasado que entre todos dejamos atrás. A mí me irritan por una razón: sirven de cortina de humo para ocultar que los verdaderos problemas no se abordan desde las instituciones. Menos franquismo y más soluciones para la industria (Alcoa, Vauste, Duro Felguera). No nos quitan el sueño las huellas de la historia, sino Teresa Ribera.