El argayo en el municipio de Salas que invadió la carretera nacional 634 y la plataforma sobre la que se construye la autovía Oviedo-La Espina (A-63) ha provocado la movilización de las corporaciones municipales de Salas y Tineo, de los empresarios de la zona, y de la Fade, representada por su presidente, Belarmino Feito. La respuesta indignada no se debe al argayo que corta la carretera nacional y paraliza la obra de la autovía en construcción, sino a la reacción del Ministerio de Transportes anunciando un plazo de cinco meses para restablecer la normalidad. Ovidio de la Roza, presidente de la patronal del transporte de mercancías por carretera, Asetra, señaló que el rodeo provocado por el argayo alarga el viaje en una hora, y eleva el coste en 50 o 60 euros por porte. La reacción de la gente, de los alcaldes y de los empresarios llega tras largos años de abandono. Como dijo el alcalde de Salas, Sergio Hidalgo, si el argayo se hubiera producido en otra comunidad autónoma o, simplemente, en otra zona de Asturias, estaría resuelto.
En nuestra comunidad autónoma la construcción de las infraestructuras de transporte siempre superó las previsiones más pesimistas. Se emplearon años y años en hacer estudios previos; los estudios de impacto ambiental duraron más que una tesis doctoral, y qué decir de las licitaciones, por no hablar de la cicatera forma de gastar el dinero para construirlas. Ahora bien, el elemento que convirtió las obras en interminables fueron los imprevistos, las incidencias. En el mes de julio se cumplirán doce años de la finalización de la construcción de los túneles de Pajares. Doce años que se perdieron en hacer ímprobos esfuerzos por contener la ladera que se cae (Adif siempre acierta con los trazados). Nos llenaron la cabeza con mil datos sobre el equipamiento de los túneles, pero la realidad del retraso está en la ladera. Diecinueve meses estuvo parada construcción de la autovía del Cantábrico por culpa del argayo de Fabares (Villaviciosa). Todos los retrasos se justificaron por razones técnicas, pero los sobrecostes y la falta de voluntad política tuvieron la culpa
Belarmino Feito puso de relieve la contradicción que existe entre hacer planes para luchar contra el despoblamiento y dejar incomunicada cinco meses la zona más despoblada de la región. El suroccidente es la periferia de una región periférica a ojos de un ministro. Largos años de estancamiento en los que sólo el lobo mejoró de estatus. El suroccidente es ancho y ajeno.