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Juan Neira

LARGO DE CAFE

ENGAÑO COLECTIVO

La educación, la enseñanza, el aprendizaje son más importantes que nunca, porque la principal riqueza del siglo XXI es el capital humano. Ni las materias primas ni la capacidad financiera constituyen ya el principal activo sino la cualificación de la mano de obra. Singapur y Hong-Kong están a la cabeza del mundo porque tienen a la gente más instruida, la que más innova, la más productiva. Como vamos  a hablar de educación digamos que el sistema en España se caracteriza por el gran consenso existente en torno a la insatisfacción: profesores, alumnos, padres y autoridades ven urgente mejorarlo, por eso se producen continuos cambios que, a su vez, sufren modificaciones.

En Asturias el profesorado está envejecido, la mitad supera los 50 años, y el número de profesores interinos se ha triplicado en nueve años, ya que hubo muchas jubilaciones y pocas oposiciones. Los interinos entran y salen del mercado laboral, cambian de escuela o instituto cada trimestre, cada mes, cada semana; se adaptan como pueden y al ser tan numerosos instalan a los centros en la provisionalidad. Ante este panorama la clave de la educación no está en mejorar no sé qué ratio, sino en reflexionar. En la educación no existen problemas de espacio porque el número de alumnos apenas llega a ser el 50% del que había en 1990; el profesorado necesita resetearse, ya que de poco vale trabajar por proyectos cuando el 65% de los actuales escolares trabajarán en empleos que aún no se crearon. El vicepresidente Juan Cofiño decía el otro día que no había en el Principado un funcionario especializado en ingeniería de datos. Ante tal paradoja se ha extendido el nihilismo del que es un buen exponente la ministra Isabel Celaá, que lo soluciona todo adelgazando el currículo y animando al aprobado general. A por el engaño colectivo.

En España no hay conciencia de este problema, prueba de ello es que el plan de recuperación del Gobierno central, financiado con fondos europeos, dedica sus principales recursos al coche eléctrico (13.200 millones de euros) y la reforma de viviendas (6.820), cuando la gran prioridad es la educación. En la crisis de 2008, se puso de moda decir que había que cambiar de modelo productivo, empezando por la educación. Ahí seguimos. El pasado año el curso escolar terminó en marzo y al inicio del actual se mandaron circulares vergonzosas a los centros exhortando a exigir menos y aprobar más. Dos cursos perdidos en un sistema ya de por sí ineficaz. No se puede colaborar al engaño colectivo.

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por JUAN NEIRA

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