El indulto concedido a los cabecillas de la revuelta independentista es un paso audaz de Pedro Sánchez que produce beneficios para el Gobierno y daños al Estado.  La medida de gracia vino precedida de una intensa campaña del Ejecutivo y, sobre todo, del presidente para presentar el indulto como un acto de “concordia” en pos de “restituir la convivencia”. Según Pedro Sánchez estamos en el momento adecuado para “recomenzar una vida compartida”. Idílico. Garci triunfó en Hollywood  con ese guión. La medida es excepcional, porque no la pidieron los reos, ni mostraron atisbo de arrepentimiento e hicieron promesa de volver a delinquir. No hay un solo indicio que dé pie a pensar que el perdón desactiva los planes de los independentistas de convocar a los catalanes a un nuevo referéndum de autodeterminación. La negociación entre el Gobierno socialista y la Generalitat, “agendada” (otro triunfo de los zafios) para septiembre, tiene todos los visos de acabar en nada como el anterior diálogo entre ambos gobiernos.

El lavado de cara de los sediciosos causa daños importantes al Estado. El Tribunal Supremo queda a la altura de betún, retratado como una instancia judicial que actúa desde el rencor, en vez de impartir justicia. Los cabecillas adquieren la condición de demócratas heroicos que luchan por la libertad de su país y son maltratados por el Estado represor. La imagen de España resulta fuertemente erosionada entre los socios europeos, al ver cómo Sánchez tiene que salir al rescate de los demócratas que fueron condenados por culpa de un código penal desfasado. Y falta el retorno de Puigdemont, un asunto en vía de solución en cuanto el Gobierno cambie el tratamiento punitivo de la sedición. ¿Si Sánchez sabe que con los indultos no va a solucionar el problema catalán para qué se arriesga a concederlos?

Si nos olvidamos de la propaganda oficial, la maniobra se observa con nitidez. El 4 de mayo hizo de parteaguas en los sondeos de opinión. Tras la victoria de Ayuso en Madrid, las encuestas, por primera vez desde 2018, dan ganadora a la derecha. Con el indulto, Sánchez refuerza los vínculos con los independentistas para apuntalar la mayoría parlamentaria que lo invistió. Los indultos hacen de argamasa para una apuesta política que pasa de ser coyuntural a estratégica: los nacionalistas, fuerza parlamentaria al alza, dejarán de ser grupo bisagra para formar un bloque firme con el PSOE. Una alianza estable exige socios presentables. Camacho, Mandela y Junqueras.