Los sediciosos salieron a la calle hablando de reconciliación. No pude reprimir las lágrimas, por fin la patria goza de calma. Encauzado el problema de Cataluña los asturianos podemos dedicarnos a lo nuestro: fondos paliativos. Llevamos décadas con recortes de producción y empleo a cambio de fondos. Así se liquidó la minería. El sector naval de los años ochenta también se desmontó con fondos. La ganadería va por esa vía: 270 euros, de media, el animal doméstico devorado por las alimañas. En la financiación autonómica tuvimos presidentes del Principado que sabían más del modelo que el resto de colegas juntos, porque se trata, en definitiva, de un sudoku de fondos. No cito la Seguridad Social, fondo por excelencia, del que sabemos un rato.
En la primavera del pasado año estábamos confinados y ya el Principado habilitó un fondo para los trabajadores autónomos. Recuerdo a una mujer joven que decía, “menos mal, por fin podemos respirar un poco”. En otoño hubo otra bolsa para el sector servicios. En invierno se dotó un fondo con el mismo destino que fue muy debatido entre los diputados porque en cada reunión se ampliaba la lista de beneficiarios; Podemos llegó a solicitar la inclusión de los trabajadores acogidos a un ERTE para mejorar sus percepciones. En primavera
más de lo mismo, y empezamos el verano con 123 millones de euros para la hostelería, floristería, pequeño comercio, cultura, turismo, deporte, academias, talleres, etcétera. La Consejería de Hacienda se pasa la legislatura repartiendo estos dineros. Seguro que la gente lo necesita y hay que hacerlo. Ahora bien, se imponen dos precisiones. Puestos a buscar damnificados, no veo que los parados, paradigma de colectivo desfavorecido hasta que empezó la pandemia, reciban algún tipo de ayuda extraordinaria. Segunda: los intereses asturianos van más allá de la gestión de fondos y agravios.