El pasado martes tuvo lugar la primera “cumbre” del mandato entre el presidente del Principado y la líder de la oposición. La agenda del encuentro estaba formada por proyectos de ley que se iban a debatir y votar en los siguientes días. Del encuentro no salió ningún compromiso concreto. La reunión entre Adrián Barbón y Teresa Mallada da a pie a tratar sobre la cuestión de los pactos y las alianzas en el Principado.
Es evidente que a escala nacional cualquier acuerdo amplio constituiría una excelente noticia porque supondría una alternativa a la mayoría Frankenstein que produce efectos tan nocivos como tener que indultar a los cabecillas de la revuelta catalana o poner a los etarras a un paso de abandonar la cárcel.
Rescatar a Pedro Sánchez de las malas compañías tendría el valor de una operación de Estado. Si Sánchez y Casado llegaran a un acuerdo la credibilidad de España aumentaría muchos enteros en la escena internacional, ya que por primera vez desde 2015 se podría constituir un gobierno fuerte centrado en los intereses generales del país.
¿En Asturias es necesario un pacto entre Barbón y Mallada? Es preciso decir que los acuerdos no son un bien en sí mismo, como tantas veces se presentan, sino que deben ser juzgados en función de los objetivos que logran.
PRINCIPADO
En los dos primeros años de mandato hubo en el Principado amplias ententes sobre asuntos de gestión, como los fondos paliativos para los sectores económicos más afectados por la pandemia.
También se aprobaron dos presupuestos regionales, el primero de una forma accidentada y sorprendente, y el segundo precedido de una negociación con cinco grupos políticos que consensuaron las cuentas. En ambos casos, se produjo algún tipo de entente entre el Gobierno socialista con fuerzas de derecha, que bien apoyaron o se abstuvieron en la votación final.
El único partido que se opuso frontalmente a los dos presupuestos de Barbón fue el PP. Una opción igual de respetable que su contraria.
Desde un prisma político lo más significativo de los pactos alcanzados estriba en que no desnaturalizaron la acción del Gobierno socialista, perfectamente reconocible en todas las actuaciones, y en que tuvieron el valor de transmitir un mensaje de estabilidad, muy deseable cuando se gobierna apoyado en una mayoría simple.
Dicho lo anterior, retomemos la pregunta: ¿es necesario un pacto entre Barbón y Mallada?
POLÍGONOS
Depende para qué. Es evidente que no hace falta recurrir a una “cumbre” para sacar adelante asuntos normales de la agenda parlamentaria. Dos años sin una entrevista y al final necesitan butaca y sofá para negociar una ley sobre polígonos industriales.
Para ese viaje no hacían falta alforjas. Recientemente casi se ha duplicado la oferta de suelo industrial, y el único inconveniente está en el precio. Si todos los suelos fueran tan baratos como el del polígono de San Tirso de Abres, (20,2 euros metro cuadrado) el problema estaría resuelto. No creo que una ley permita rebajar el precio del metro cuadrado de suelo industrial, a no ser que se recurra a unos niveles de intervencionismo propios de la izquierda radical.
Sin embargo, sí creo que el acuerdo del Gobierno y el principal partido de la oposición es pertinente para asuntos que podríamos denominar, “de Estado”. Me refiero a cuestiones como las infraestructuras de transporte o los graves problemas que aquejan a la gran industria. Ahí sí que deberían hablar con una sola voz los dos partidos.
Soy consciente de que hay foros específicos para esos asuntos, pero se están devaluando al reproducir en ellos el debate parlamentario. Pierden su razón de ser si reproducen el juego de mayorías y minorías del Parlamento. Son plataformas para proyectar las demandas de Asturias fuera nuestra comunidad autónoma.
ESTATUTO
La negociación y el acuerdo entre PSOE y PP es imprescindible para reformar el Estatuto de Autonomía. Un texto fundacional logrado por consenso de todas las fuerzas políticas no puede ser reformado por la izquierda de la Cámara, auxiliada por una facción de un grupo (Foro) que tiene un solo diputado.
El PP debe ofrecerse a negociar, porque le toca ser protagonista de cualquier cambio que se introduzca en el Estatuto, como corresponde a un partido de gobierno. El PP tiene que llevar propuestas y estar atento para impedir que se introduzcan elementos divisivos para la sociedad. Lo último que nos faltaba es que después de cuarenta años el Estatuto reformado no fuera asumido por la mitad de la población. Para eso, mejor no tocar una coma.
Hasta la fecha el PSOE es el partido que mejor interpretó los condicionantes de un pacto de Estado. No basta con tener los votos justos, sino que el texto debe ser válido para que la oposición se sienta cómoda gobernando con él. En caso contrario, el texto fundacional de la comunidad autónoma quedaría al albur de la cambiante aritmética parlamentaria.
Estas reflexiones son más pertinentes cuando se trata de modificar elementos de contenido emocional, identitario, que hasta ahora fueron resueltos de forma eficaz con un amplio apoyo de la Cámara.
El PP gastó mucha energía en batallas internas y las fuerzas que le quedaron las empleó en recuperarse de derrotas electorales. Si cobra perspectiva verá que tiene ante sí la posibilidad de alcanzar un pacto de Estado con el PSOE. El camino no es fácil, pero en el Estatuto de Autonomía debemos seguir estando todos representados.