En los dos últimos meses los titulares de la pandemia fueron para la vacunación, pero en la última semana volvió a centrarse la atención en la infección. En Asturias ya estamos al ritmo de más de 300 nuevos infectados al día, una cifra que no se alcanzaba desde el 5 de febrero, en el pico de la tercera ola. Se subraya que tres cuartas partes de los nuevos enfermos son personas de menos de 30 años. La noticia sería que tres cuartas partes estuvieran por encima de esa edad, ya que el virus coloniza, mayoritariamente, a las personas sin vacunar. Con una positividad cercana al 11%, el Principado lanza una operación de cribado masivo entre jóvenes para descubrir cuanto antes a las personas que están infectadas, con la mente puesta en la cantidad de asintomáticos que andan por la calle.

Hace nueve días, el presidente Sánchez anunció a bombo y platillo que  podíamos salir de casa sin mascarilla. Es decir, el Gobierno animó a bajar las defensas cuando se estaba gestando la quinta ola (el pasado jueves hubo un valiente que se atrevió a llamar las cosas por su nombre: quinta ola). Por fortuna, la mayoría de la gente no hizo caso al Gobierno y llevamos la mascarilla por la calle. Todo un test sobre la credibilidad que le ofrece a los españoles la tropa de Carolina Darias, Salvador Illa y doctor Simón, con  Pedro Sánchez a la cabeza del pelotón. Ya había sucedido lo mismo cuando el Gobierno presionó para que la gente aceptara combinar una  primera dosis de AstraZeneka con una segunda de Pfizer, y el personal, en bloque, pidió completar la pauta de vacunación con AstraZeneka. Una manifestación de clara desconfianza hacia las directrices del poder.

Ahora toca gestionar la quinta ola y no va a ser fácil. Con la mitad de la población vacunada no se podrá recurrir a cierres de ciudades. Hay que pedir a los jóvenes que se comporten en verano como los viejos en invierno. Una tarea titánica. Un triunfo en el fútbol regional, con festejo posterior en Llanes, hace que dos municipios del oriente pasen a encabezar la lista de mayor incidencia acumulada. Qué complicado será detener esta dinámica. Lo primero que hay que hacer es contradecir a Sánchez y restaurar la obligatoriedad de la mascarilla para que los jóvenes se protejan. Es mucho más fácil exigir la mascarilla que obligar a estar a metro y medio de distancia en calles de copas. A ver si por culpa de la disciplina partidaria convertimos el verano en una estadística de contagios que arruinan la salud y dan el tiro de gracia a bares y hoteles.