Alberto Garzón, el representante de IU en el Gobierno de coalición (Yolanda Díaz abandonó IU), es un ministro silencioso. Habla poco y a destiempo, dando la sensación de que no está cómodo en el cargo. Razones tiene para ello. Sólo a un personaje como Pedro Sánchez se le ocurre darle la cartera de consumo a un comunista para poner a prueba su fe anticapitalista.

El caso es que nuestro hombre, para salir del ostracismo, organizó una campaña contra el consumo de carne, “por la salud y por el planeta”. El ministro muestra voluntad de intervenir en la cesta de la compra, porque él sí sabe lo que nosotros debemos comer. Considera que las vacas constituyen un elemento clave en el cambio climático, por eso recomienda ingerir menos carne. Ignora que en torno a ella hay cientos de miles de empleos y que es una actividad netamente exportadora que aporta 9.000 millones de euros en la balanza comercial. Le preocupan los seis millones de cabezas de ganado vacuno en España, pero no dice nada de los 19 millones de Francia o los 12 de Alemania ¿Será que ellos tienen vacas verdes con cero emisiones de gases? Con los problemas que tiene España hay que estar muy despistado para arremeter contra los intereses de una actividad económica tradicional, que genera beneficios y empleo. No sé cómo va a hacer sostenible la España despoblada reduciendo cabezas de ganado. Le he estado dando vueltas todo el día a este asunto y sólo encuentro como única explicación que el líder de IU pretenda un acercamiento a Teresa Ribera para formar un frente ecologista radical, en contra de las vacas y a favor de los lobos, que le permita volar lejos de Montero, Belarra y compañía.

Para responder a su ministro, Pedro Sánchez recurrió a la gastronomía para decir lo que le pide el cuerpo: “a mí, donde me pongan un chuletón al punto, es imbatible”. Satisfacción general; tranquilidad para los ganaderos; ovación por el monumental zasca al ministro. Y algo más. El desparpajo del presidente, la forma de ridiculizar a Garzón, deja entrever que, efectivamente, se produjo un cambio en la correlación de fuerzas dentro del Gobierno. Unidas Podemos ha perdido protagonismo, y en esa agrupación electoral IU se ha quedado sin papel. Sánchez y su equipo captan enseguida las debilidades de amigos o enemigos y actúan en consecuencia. Que un ministro haga campaña contra los productos de la tierra es inaudito. Hace un año cargó contra el turismo, por su bajo valor añadido y su precariedad. Garzón ya tiene la etiqueta de prescindible.