En estas fechas, otros años, se decía que estábamos en la canícula, pero en esta ocasión, con los cielos de infinitos grises y 20º en el termómetro, la temporada de calor queda reservada para el vasto territorio que hay al otro lado del Negrón. Pese a ello se espera que la afluencia de turistas alcance el máximo durante el fin de semana, con la amenaza de botellones por doquier. Los refuerzos de la Guardia Civil y la Policía Nacional para el verano, un total de ochenta y ocho agentes, se centrarán en evitar la celebración de reuniones masivas en las localidades más turísticas. Parece que el mensaje urgente del presidente del Principado ha tenido efecto. Es triste que hayamos tenido que esperar a mediados de agosto para que los responsables del orden público comprendieran que es de máxima importancia impedir las concentraciones del ocio nocturno. El turismo, el veraneo, la fiesta, no pueden servir de disculpa para participar en actos que facilitan la transmisión del virus. Alardear del avance del proceso de vacunación ha llevado a que la gente interpretara que estábamos blindados ante la pandemia y ahora es la Delegación del Gobierno la que habla de blindar las villas y pueblos del botellón.

En la última semana hubo 1.476 contagios en Asturias y 13 decesos. La incidencia acumulada a catorce días se ha colocado, ligeramente, por debajo de los 400 casos por 100.000 habitantes, lo propio de un territorio en que hay una intensa transmisión comunitaria. Entre jóvenes de 12 a 19 años, la incidencia alcanzó los 1.246 casos, y entre 20 a 29 años fue de 1.131 casos. Viendo estas cifras causa asombro que haya tenido que salir Adrián Barbón a la palestra para rogar a la Delegación del Gobierno y a los ayuntamientos que dirijan sus unidades policiales hacia el objetivo de impedir los botellones.

La delegada del Gobierno, Delia Losa, dijo que “todos hemos sido jóvenes”, para que nos pusiéramos en la piel de adolescentes y veinteañeros. De acuerdo, pero ninguna generación anterior ha sido joven con pandemia y nunca antes hubo jóvenes en disfrute del ocio que recibieran a botellazos a las fuerzas del orden que les invitaban a dispersarse. Ese tipo de respuesta quedaba reservada para enconados conflictos laborales, no para defender el supuesto derecho a beber en la playa, a las tantas de la madrugada, en compañía de cientos de colegas. En las actuales circunstancias, el botellón mata. Esperemos que la actuación tardía de la Policía valga para “salvar vidas”, como dice el PSOE.