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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL ROBOT Y LOS ADOLESCENTES

El curso escolar empieza en septiembre y hay 64.000 alumnos entre los doce y diecinueve años sin vacunar. El robot llama por teléfono y los chavales, o sus padres, no contestan. Dan ganas de calificar de irresponsables a los que no responden, pero la cosa no es tan sencilla. Hay mucha gente de vacaciones, buena parte de ellos lejos de la región, así que la llamada para que se presenten dos o tres días más tarde a la cita no funciona. Es muy distinto el ánimo con que las personas de más de cincuenta años esperaban la vacuna en primavera, que el de los adolescentes en verano. Unos temían por su vida y los otros ven la pandemia como una cosa ajena, propia de viejos. Estos matices los ignora el robot, pero los conocen los políticos que apostaron por una forma rígida y cerrada de hacer las citaciones a través de una aplicación informática. Esta decisión trajo infinitos problemas a las personas de edad avanzada que no podían seguir la peculiar conversación que les proponía la máquina. Otras personas, familiarizadas con esa tecnología, quedaron extrañamente olvidadas, y como el protocolo de la Consejería de Salud no dejaba otra vía para comunicarse con los responsables de la campaña, tuvieron que esperar a que el robot los rescatara del olvido: conozco dos ciudadanos de 51 y 58 años que, pese a los esfuerzos realizados, no los vacunaron hasta avanzado el mes de julio.

El día 2 de septiembre la campaña de vacunación vive su particular jornada de puertas abiertas, e inocularan la pertinente dosis a todo aquel que se presente con el DNI y la tarjeta sanitaria. El 3 de septiembre vuelven a cerrarse las puertas y las citas serán gestionadas por la máquina. Hay ahora otro procedimiento que pasa por inscribirse en el portal de la Consejería de Salud, etc. La Administración decide los procedimientos y la sociedad los sufre. ¿Esa es la mejor manera de lograr vacunar a 64.000 adolescentes despistados? ¿Por qué no se prolonga la política de puertas abiertas durante todo el mes de septiembre? La pandemia ha traído una consecuencia nefasta: la Administración se ha hecho inaccesible para los ciudadanos. El robot llama cuando quiere (recibí con júbilo su llamada un domingo a las 15.30 horas, cuando arrancaba el coche en el garaje), pero tú no puedes llamarle a él ni al personal que lo atiende. Si no son conscientes de esta realidad es porque viven en una burbuja. Por cierto, todo el entramado, desde el jefe hasta el último subordinado, pasando por el robot, lo pagamos con nuestros impuestos.

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por JUAN NEIRA

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