La política asturiana siempre tiene en la agenda al Estado. Aunque haya ilusos que sueñen con un autogobierno ilimitado, con la gestión de la red trenes de cercanías (ancho métrico) incluida a cargo del Principado, lo cierto es que nuestro bienestar se mantiene, en gran medida, gracias a los flujos que llegan del Estado. Somos la región donde hay una mayor diferencia entre las cotizaciones de los empleados y empresas con respecto al volumen de prestaciones que se reciben (pensiones, subsidios de paro, incapacidad temporal). Recibimos el 50% más que la media de las comunidades autónomas. En nuestro caso, independizarse es suicidarse.
Por ello, año tras año, al iniciar el nuevo curso político, los grupos parlamentarios planean su particular carta a los Reyes Magos, entendiendo por ello las peticiones y reivindicaciones que se deben hacer llegar al palacio de la Moncloa. Los dos capítulos más importantes suelen ser las infraestructuras y la industria. Lo de las infraestructuras es el cuento de la Buena Pipa, porque hay obras que se eternizan (variante de Pajares) y promesas que no se cumplen (rescate del peaje del Huerna, compromiso de Zapatero). En este asunto no hace falta entrar en disquisiciones: todos los gobiernos incumplieron los calendarios de realizaciones que ellos mismos confeccionaron. Pongamos un ejemplo de cada color. Tras dos años de permanencia en el Gobierno, Ana Pastor, en 2013, nos dio la mala noticia que sólo se iba a operar en un túnel. La variante tuerta. Cuando los socialistas retornaron al poder, Ábalos lanzó un discurso optimista, hasta el punto de que en febrero de 2019 aseguró que en 2020 se utilizaría la variante con tráfico mixto. Luego, reiteró la misma promesa para 2021, posteriormente, para 2022, y ahora están a punto de afirmar que en 2023 estará todo finalizado.
La incógnita, al parecer, está en el tiempo que durará el periodo de pruebas. Un asunto que huele a chamusquina. Los periodos de prueba (trenes sin pasajeros recorriendo los túneles) imagino que durarán un periodo predecible, salvo que la propia infraestructura -túnel, materiales, etcétera- constituyan una caja de sorpresas. Lo cierto es que desde que terminó el calado de los túneles, lo que llamo ‘infraestructura’ no dejó de dar sustos, bien por el deslizamiento de la ladera o por las inundaciones de agua. Por respeto al Principado y a los asturianos sería bueno que el Ministerio de Transportes, Adif, o quién sea, hablara claro sobre este asunto.