La primera ronda de contactos para reformar el Estatuto de Autonomía ha servido para comprobar que estamos en manos de aficionados. Como cualquier modificación del Estatuto es una cuestión muy delicada y la negociación puede durar varios meses, lo más prudente es tantear las materias susceptibles de acuerdos y dejar a un lado («aparcar», término que acuñaron los padres de la Constitución y quedó incorporado a la jerga parlamentaria) todo lo que resulte problemático. Pues bien, en la Junta General del Principado piensan justo lo contrario: lo primero se explicitan las desavenencias o incompatibilidades y, luego, si hay tiempo, se hace una somera referencia a las posibles coincidencias.
Las reuniones del Gobierno con el PP y Ciudadanos sólo sirvieron para constatar que la cooficialidad del bable los enfrenta irremisiblemente. Lo más sensato hubiera sido levantar acta de las reformas que pueden compartir, no de lo contrario. Bien es cierto que el asunto ya llegó envenenado a la mesa de negociaciones porque la izquierda estuvo largos meses anunciando la cooficialidad, hasta tal punto de que la reforma del Estatuto de Autonomía del Principado la presentaron, simplemente, como un paso obligado para implantar el bilingüismo oficial. Por si quedaba alguna duda, Dolores Carcedo declaró que «no vamos a renunciar a la oficialidad del asturiano». Lo dice ella, que fue consejera de Hacienda en un Gobierno socialista donde no se atrevía a hablar de cooficialidad ni el consejero de Educación, pese a ser un connotado bablista. La reforma del Estatuto no se puede abordar con la mentalidad de una negociación rutinaria.
Izquierda Unida tiene prisa. Por eso Ovidio Zapico manifiesta que no quiere enredos. Hasta tal punto teme el coordinador general de la coalición que la negociación se empantane que está dispuesto a renunciar a cambiar la ley electoral. Asombroso. Sin que nadie se lo pida, en la primera ronda de contactos IU se olvida de su reivindicación histórica. La actual ley, con la división del mapa en tres circunscripciones, perjudica a Izquierda Unida de Asturias. Un grupo que solo tiene dos diputados considera un tema menor el mantenimiento de una norma que distorsiona la correlación entre votos y escaños, fragmentando artificialmente al electorado.
Podemos sigue de celebraciones: «Un día histórico» (Ripa dixit). IU y Podemos quieren una reforma del Estatuto vehiculada por el tripartito de la izquierda. Nada de enredos con la derecha. Eso sí, con el voto de Adrián Pumares, compañero de viaje obligado para que la izquierda tenga mayoría cualificada.