Aunque, por desgracia, no sea la tónica general, hay veces que los debates en la Junta General del Principado sintonizan con las inquietudes de la calle. Lo que ocurrió ayer en la Cámara fue un ejemplo. Pumares (Foro) preguntó al presidente de Principado sobre las gestiones realizadas para hacer que el 100% de las plazas de los médicos de los centros de salud estén cubiertas todos los años. No lo están, pese a todas las contrataciones realizadas durante la pandemia (llegó a haber 20.000 sanitarios, récord de la etapa autonómica). A corto y medio plazo no será posible subsanar enteramente el problema. En Asturias y en España las demandas sanitarias superan con mucho la oferta. Hace treinta años se hizo una mala planificación porque la preocupación de los gestores es que no hubiera médicos en paro y lo que lograron fue dejar enfermos sin médico.
Adrián Barbón aprovechó la ocasión para abordar el gran vicio creado por la pandemia: las barreras puestas a los ciudadanos para acceder a los servicios públicos. «Es intolerable tener que llamar hasta 30 veces por teléfono a algunos centros sanitarios para pedir cita o realizar consulta». Parece una frase cazada al vuelo en una acera, pero está pronunciada por el presidente en un pleno parlamentario. El problema no es exclusivo de los centros de salud, también se da en los ayuntamientos o en cualquier otra oficina de la Administración. La pandemia, con el confinamiento y el teletrabajo se ha convertido en la gran ocasión para rebajar el horario de atención a los ciudadanos, para distanciarlos, para sustituir el trato presencial por la llamada telefónica, aunque haya que repetirla una y otra vez. La práctica del embudo también ha llegado al sector privado, ahí están los bancos dando citas por teléfono para que la tercera edad no se agolpe ante el mostrador. ¡Qué manera de abusar de los depositarios de sus fondos! ¡Qué vergüenza!
El embudo resulta sangrante en la atención sanitaria, porque si algo necesita un enfermo es el contacto con el médico. La atención presencial nunca se discutió hasta que el virus puso la sanidad patas arriba. Como dijo el presidente, «es un derecho irrenunciable». No cabe realizar cribados telefónicos. La atención presencial se puede demorar, pero no esquivar. Pumares criticó que el presidente insinuara que los médicos se negaban a retomar la atención presencial. Lo siento por el portavoz, pero en el caso de que la responsabilidad no sea de los médicos, ¿de quién será? ¿De los enfermos?