El debate sobre el estado de la región permitió ver las coincidencias, diferencias, prioridades y vacíos de la clase política asturiana.
Antes de entrar en materia, quisiera destacar que no fue un debate apasionado. Tal vez por la pandemia, o porque ya son muchos meses de legislatura repitiendo los mismos argumentos, el caso es que los intervinientes se emplearon con un cierto distanciamiento (¿descreimiento?). La excepción fue Daniel Ripa, a quien se le amontonan las palabras en la boca y se le desordenan los papeles en la mesa.
Amplio consenso sobre la pandemia, no hubo críticas sobre la gestión del Principado. Nadie salió contento de una etapa marcada por renuncias y limitaciones, pero los enfrentamientos, si los hubo en su día, han quedado olvidados.
El desempleo o paro, gran tema de debate en décadas pasadas, cotiza a la baja. Se blandieron estadísticas y porcentajes, pero no ocupa la centralidad del discurso político, con la excepción de la preocupación que hay por el paro juvenil que se piensa mitigar con la reforma de la Formación Profesional.
¿Qué decir del Estado del Bienestar (E. B.)? De Sanidad, Educación y Servicios Sociales hablaron todos. La pandemia ha servido para que la izquierda redoble la apuesta por el sector público hasta elevarlo a la categoría de rasgo identitario. En definitiva, el E. B. es de ellos.
«El PP no se atreverá a acabar con el sistema nacional de salud, pero podrá debilitarlo». La frase de Barbón, en el debate con Podemos, da una idea de los apriorismos que hay sobre la cuestión. Al parecer, a la derecha le encantaría acabar con los servicios públicos, aunque no se atreve a hacerlo (ni a decirlo). Este es el telón de fondo sobre el que se desarrolló la discusión.
¿Acaso se desmontó el E. B. en Galicia, donde ha gobernado la derecha durante 35 años a lo largo de la etapa autonómica?
Tres observaciones. En Sanidad, el gran asunto de los obstáculos interpuestos para que los enfermos no accedan directamente a su médico de cabecera no tuvo el realce que se merece en el principal debate parlamentario del año.
Afecta mucho a la gente de avanzada edad que no se arregla con los dispositivos digitales, pero como los portavoces parlamentarios tienen menos años carece de interés.
La Educación es un remanso de paz en Asturias. Apenas hay materia para discutir. Un poco de Formación Profesional, el consabido tira y afloja con las escuelas de cero a tres, y algo de transporte escolar.
Vamos a ver, señorías, está el Ministerio de Educación revolucionando el currículo, vaciándolo de contenido, convirtiendo los suspensos en aprobados, expidiendo títulos con asignaturas pendientes y aquí todos tan tranquilos. El Principado tiene competencia sobre más de un tercio del currículo escolar y nadie dice nada.
Cruzarse de brazos ante la conjura de los necios es lo mismo que renunciar a luchar por el futuro de la región.
Los últimos informes sobre la exclusión social y la pobreza convierten a Asturias en la única región del norte que arroja datos semejantes a las del sur. Se discutió sobre ello, pero no parece que se implementen medidas para revertir la situación.
Es curioso que en un E. B. tan robusto, gestionado por el Principado, aparezcan datos propios de regiones atrasadas, incultas y escasamente industrializadas. Un enigma que está sin resolver.
El tema del debate fue la cooficialidad del bable. El presidente quiso pasar de puntillas en su primera intervención, pero al final se convirtió en la estrella de la sesión cuando Adrián Pumares (Foro) expuso las condiciones que exigía para votar favorablemente a la cooficialidad.
El intento de los tres partidos de izquierda de no debatir sobre la cooficialidad no beneficia su causa. Ni quieren debatir con los grupos que piensan distinto ni aceptan someterlo a votación popular. Y eso que pretenden implantar un producto amable y de consumo voluntario. Raro, raro, raro.
La estrategia de Foro recuerda la que desarrollan las minorías nacionalistas en el Congreso de los Diputados: votan ‘sí’ a los presupuestos, si logran determinadas concesiones que no tienen que ver, necesariamente, con el presupuesto.
Pedro Sánchez se desenvuelve como pez en el agua en ese modelo de negociación asimétrico, falta por ver cómo lo hará Adrián Barbón.
El presidente del Principado quiere que Podemos e IU se incorporen al diálogo. El método es muy importante en las negociaciones. En esta ocasión se está diseñando una mesa con cuatro participantes que aseguren un tres contra uno.
Recuerdo en agosto de 2000, a Villa y la élite de la FSA negociando el futuro de Cajastur con un solo interlocutor enfrente: el presidente Areces. Noche tras noche. Y faltaba lo peor, la llamada de Zapatero al alba.
¿Por qué no negocia así el Gobierno asturiano los Presupuestos de 2022? Dado que se trata de poner de acuerdo a varios grupos parlamentarios sobre un mismo proyecto de presupuestos no debería de haber problemas.
No adelantemos acontecimientos, pero, a priori, la diferencia entre la troika de la izquierda y el ingenuo Foro preludia un triunfo arrollador. En el boxeo solo es reglamentario el intercambio de golpes entre púgiles del mismo peso.
Si la dirección de Foro asume ese modelo de negociación es que optan por el simulacro. Pumares ya expresó su deseo en la Cámara: «Espero que podamos avanzar en un modelo de cooficialidad».