Faltan menos de veinte días para las Navidades y los tres grandes acuerdos (concertación social, cooficialidad del bable y presupuestos de 2022) que anunció Adrián Barbón aún no están cerrados.
La concertación social -el asunto menos importante de los tres- no se entiende por qué no se firma. Gobierno, patronal y sindicatos están de acuerdo en todo o en casi todo, así que tanta tardanza es inexplicable. Bien es cierto que para la opinión pública es una cuestión irrelevante. En su día la concertación era el pago por la paz social, pero en la actualidad la paz es la norma. Región de viejos.
Ya conocemos el proyecto de presupuestos. Ahora falta que lo apoye la oposición. Las condiciones para el Gobierno asturiano son especialmente buenas, porque pudo incluir en las cuentas fondos europeos (123 millones de euros) que todavía no recibió.
Cuando se anunciaron los fondos Next Generation se decía que tenía un destino especial, que no se podían confundir con los presupuestos ordinarios de las Administraciones. Al final no ha sido así. ¿Para qué iba a querer Pedro Sánchez 140.000 millones de euros si no podía utilizarlos para seducir al electorado? A día de hoy, hasta los alcaldes están esperando su particular aguinaldo para arreglar barrios cuarteados.
También le favorece al Principado la entrada en funcionamiento del Ingreso Mínimo Vital (una prestación social creada por la presión de Pablo Iglesias), que permite reducir el salario social en 34 millones.
Los presupuestos pueden leerse como un documento para el corto plazo (un año) o en perspectiva. El gasto social continúa creciendo a velocidad constante: 125 millones al año. La sanidad ya está en 2.000 millones.
Como el gasto social es rígido a la baja, habrá que pensar en otros apartados para recortar. No pensemos que otras comunidades autónomas van a financiar los sobrecostes de nuestros servicios públicos de manera ilimitada. Ya recibimos este fin de semana el primer anticipo de María Jesús Montero sobre el nuevo modelo de financiación autonómica. Pintan bastos.
La masa salarial crece el 2,75%, lo que se traduce en 53 millones. La suma total de sueldos y salarios roza los 2.000 millones. El gasto público está concentrado en los servicios de la sanidad, la educación y en el personal del resto de la Administración.
La consejera de Hacienda, Ana Cárcaba, dice que en cuanto se supere la pandemia las cifras de la sanidad y educación tienen que volver al nivel previo a la llegada del virus, porque en caso contrario «las tensiones presupuestarias serían insalvables». Hasta la fecha el gasto social se expande en todas las coyunturas.
Hay una solución silenciosa que ya está aplicando el Principado: dejar una parte importante del presupuesto sin ejecutar. Insistir en esta práctica desvirtúa el papel de los presupuestos que deben ser la hoja de ruta del Gobierno en cada ejercicio.
Las previsiones presupuestarias contemplan que la deuda crezca durante el próximo año hasta los 4.572 millones. Un nuevo récord. En ese crecimiento hay que incluir el agujero de Sogepsa, en torno a los 155 millones.
Sogepsa es algo más que un apunte contable, porque fue el modelo de urbanizar del Principado durante 36 años. Una sociedad en la que convivían políticos y constructores con derecho a expropiar terrenos de María, Pedro, Isabel o Félix, a precios muy bajos, y que tras la recalificación del suelo se ponía en manos de ’emprendedores’ que hacían negocio.
No se especializó en vivienda social o en polígonos industriales, también urbanizó terrenos para la clase media pudiente. A partir de la crisis económica de 2008 no levantó cabeza. Ahora se hace el Principado con el 100% del capital.
El Principado socializa pérdidas y la derecha, con la excepción de Vox, calla. El silencio de la derecha de toda la vida sobre Sogepsa es una constante que se mantiene en el tiempo. El artefacto societario era tan beneficioso que Gabino de Lorenzo tomó nota y creó Gesuosa para afrontar las nuevas urbanizaciones de Oviedo en los años noventa del siglo pasado.
En unas declaraciones recientes, Carmen Moriyón, presidenta de Foro, dijo que la negociación de la cooficialidad del bable y la del presupuesto iban juntas. No se podían separar. Los presupuestos debían recoger las rebajas fiscales que condicionaban el apoyo de Foro a la oficialidad.
En los presupuestos no se tocan los impuestos, pero sí aparece el chequé-bebé, la única petición de Foro que le resulta indolora al Gobierno. Con menos de cinco millones de euros ata la oficialidad. La subvención se retira para próximos ejercicios y a otra cosa mariposa.
Izquierda Unida es coherente con su trayectoria y aprobará los presupuestos, ya que cumplen con la condición que puso: no rebajar la fiscalidad. Aún así falta un voto para la mayoría parlamentaria. Ese honroso papel le corresponde a Adrián Pumares, como único diputado de derechas que aprobará la reforma estatutaria de la izquierda. Puede ser el hombre de la doble llave: presupuestos y oficialidad. Aunque es probable que el desnortado grupo de Ciudadanos quiera también jugar ese papel. Deberán decidir entre el presupuesto de Barbón o la propuesta de Hervías.
Si todo sale como está previsto, Barbón se convertirá en el político del año, al aprobar los presupuestos con la derecha y la oficialidad con la izquierda. Eso no lo sabe hacer Sánchez.