Últimos días del otoño político asturiano más enrevesado. Siempre es la estación del año con un contenido político más denso, ya que se negocian los presupuestos. Otras épocas carecen de objetivo. Están llenas de tiempos muertos: las vacaciones del estío, con la prórroga de septiembre, y las interminables vacaciones navideñas de las que se despierta en febrero.
Este otoño la agenda estaba recargada con la concertación social y la reforma del Estatuto de Autonomía. Demasiados asuntos para digerirlos en un trimestre.
No hace mucho expuse mi asombro ante la tardanza del acuerdo sobre la concertación social. Se daba por hecho que a primeros de noviembre, Gobierno, oposición y sindicatos se iban a hacer la foto del pacto con las manos haciendo piña. Estamos ya a las puertas de la Nochebuena y no hay consenso que celebrar.
Juan Cofiño, vicepresidente del Gobierno (presidente en funciones), daba por hecho que se iba cerrar estos días; desde la UGT dicen que quedan «flecos» y en CCOO aseguran que la cosa «está muy avanzada». Sin embargo, María Calvo considera que aún hay tiempo «para que el Gobierno dé un golpe de timón». La presidenta de la Fade asegura que la concertación «está centrada en el gasto» y considera que debe pivotar sobre la recuperación económica: digitalización industrial, creación de empresas, crecimiento de las ya existentes, mantenimiento carreteras, etcétera.
A falta de mayor definición, una de las posturas es continuista, prolongación de anteriores acuerdos de concertación, y la otra es progresista. A esta última la llamo así porque el progreso de la región depende de la inversión productiva y la creación de empresas. El resto es puro estancamiento.
Lo que sorprende es que Gobierno y sus interlocutores hayan estado más de tres meses practicando un diálogo de sordos.
La negociación de los presupuestos entra en la recta final. El PP se perdió por el camino y la cosa está centrada en las conversaciones del Gobierno con Ciudadanos, por su derecha, y Podemos, por su izquierda.
La sorpresa la dio Foro, presentando una enmienda a la totalidad y descolgándose de la negociación. El asunto es difícil de entender, porque es la primera vez que el partido le planta cara al Gobierno socialista tras la expulsión/abandono de Cascos.
Para entenderlo es preciso tener en cuenta que la oficialidad del bable se negocia en paralelo, de forma secreta. Foro va a apoyar la oficialidad, pero necesita desmarcarse del PSOE en el presupuesto para jugar el papel de partido de centro. Es una mera cuestión de imagen.
En la dirección del partido hay conspicuos ‘asturchales’ que no tienen nada que ver con los socialistas, salvo la coincidencia en querer abrir un espacio al nacionalismo o regionalismo, objetivo estratégico que pasa por convertir al bable en lengua oficial. El portazo al presupuesto es la antesala de las puertas abiertas a la cooficialidad.
Con Podemos la negociación no avanza. El PSOE no cree en ella, porque tiene otro socio por un precio más bajo. La gente de Podemos insiste en sus clásicas reivindicaciones, como la gratuidad y universalidad de la red escolar para niños de cero a tres años. Los socialistas no están dispuestos a dar un triunfo así a un competidor electoral directo.
Habrá presupuestos, con el apoyo o abstención de Ciudadanos. El grupo está partido en dos. La parte mayoritaria (tres diputados) se dedica a vehicular en el Parlamento demandas de organizaciones empresariales. Me parece mejor opción que disparatar por cuenta propia. El empresariado siempre quiere que la región tenga presupuestos. Los habrá.
El plato de la oficialidad se sirve en 2022, así que cae fuera de este artículo.
El otoño se cierra con un enfrentamiento de alto voltaje en las Primarias de Podemos. En vez de competir dos proyectos, la dirección madrileña le tendió una trampa a Daniel Ripa: el pasado sábado recibieron una denuncia extravagante sobre la gestión de las ayudas sociales sufragadas con los sueldos de los diputados, y en dos horas la dieron por válida para hacerse seguidamente con el dinero de la organización asturiana. Todo ello en un parpadeo.
Desde la lista oficialista de Podemos, manejada como un guiñol por los burócratas de Madrid, arremetieron contra Ripa al considerar que «resuena el peor clientelismo que bien conocemos en Asturias». Vamos a lo esencial.
Mañana lunes finaliza la votación electrónica de las Primarias que se procesa en Madrid. A día de hoy, los dirigentes madrileños no entregaron la lista de inscritos (militantes) que compone el censo electoral.
Sin publicar un censo electoral, sin conocer los nombres, el recuento es una farsa. No se sabe cuántos hay ni quiénes son. No hay un solo partido político en España que se rija por un método tan ayuno de garantías, por decirlo de una forma suave.
El dinero, el censo, la candidatura oficialista que encabeza Sofía Castañón, y el recuento de votos lo gestionan desde Madrid.
La dirección no quiere a Ripa de secretario general. Ya le advirtieron sobre denuncias que iban a ser públicas en caso de que no dejara el puesto a otro dirigente. Ripa tiene el pecado original de haberse enfrentado a Pablo Iglesias. Y el defecto de donar para organizaciones sociales el doble de lo que aporta su competidora.
Además, en Madrid quieren un gobierno de coalición a imagen y semejanza del que preside Pedro Sánchez, con Ione e Irene de ministras.