El debate presupuestario se inició con el rechazo a las enmiendas a la totalidad del PP, Foro y Vox. El resultado estaba cantado desde que Ciudadanos asumió el proyecto de cuentas del Principado. El partido naranja defendió sus aportaciones de letra pequeña porque no pasan de ser retoques cosméticos al borrador. Me refiero, sobre todo, a las grandilocuentes bonificaciones fiscales que sólo alcanzan a una pequeña parte de los asturianos. Hace años, Cherines (PP) arrancó del Gobierno de Javier Fernández una rebaja del IRPF para todos los contribuyentes. Eso fue una enmienda de verdad.

El debate presentó dos caras: la izquierda ilusionada, con Zapico (IU) y Ripa (Podemos) animando al Principado a seguir el modelo Gijón e imponer la mayoría absoluta de la izquierda en lo que queda de mandato, y la derecha dividida. Mallada, con su pundonor habitual, hizo una dura crítica de la situación en la que se mezclaron los datos principales de la economía asturiana (algo más propio del debate sobre el estado de la región) con el ataque a las cifras concretas del presupuesto. La consejera de Hacienda, Ana Cárcaba (quizás la consejera que mejor comunica), le invitó a concretar qué gastos del capítulo de personal quitaría. Tendrán ocasión de seguir la discusión.

Lo más relevante del debate fue la réplica de Ignacio Blanco (Vox), al mostrar con cifras que el Gobierno apuesta más por sí mismo (Presidencia y Consejo de Gobierno) que por el cheque bebé. También tumbó el mantra de la baja presión fiscal asturiana, una falacia repetida hasta la saciedad por la izquierda. La sorpresa del debate fue el discurso de Ovidio Zapico (IU), lo mejor de IU desde la época de Llamazares. Muy político, con sentido estratégico y aprovechando todos los cabos de la coyuntura. Ripa se merece un homenaje, porque después de las calumnias y trampas, intervino como si empezara el mandato. ¡Chapeau!