La dimisión navideña de Rafael Cofiño, director general de Salud Pública, ha dado paso a todo tipo de especulaciones como siempre que un político abandona un cargo sin dar explicaciones. El diputado de Foro, Adrián Pumares, solicitó al consejero de Salud, Pablo Fernández, que aclare los motivos de la sorprendente retirada en plena sexta ola. El consejero, de momento, pretextó problemas de agenda para comparecer en la Junta General del Principado, aunque estoy seguro de que lo hará porque tiene que explicar la dimisión de su subordinado y las restricciones aprobadas en el último Consejo de Gobierno del Principado.

Cuando la pandemia va de máximo en máximo, la retirada del director general se asemeja al capitán que salta del barco en llamas. Un capitán previsor que se pone a buen recaudo cuando pasajeros y marineros todavía están en la cubierta. Esa es la sensación; pero al leer la larga y sentida carta de despedida del susodicho la impresión se desvanece. Rafael Cofiño empezó la epístola diciendo que «otras personas asumirán el liderazgo político». Aunque las apelaciones al liderazgo están muy gastadas, no ceo que los directores generales sean los líderes en la lucha contra la pandemia. Ese papel les toca, en todo caso, a los consejeros, aunque en realidad lo asumen los presidentes. Y me parece bien. Dimite, pero en la carta dice que «no me voy». Dimitir y permanecer es incompatible. O te vas o te quedas. Empecé a sentirme desconcertado cuando leí que «mi propuesta es poder seguir vinculado a la Dirección General». Es la primera vez que un dimisionario se promociona en la misma empresa. La confusión aumentó al leer su vaticinio de que «el trabajo fuerte» vendrá después de la sexta ola, porque habrá que generar «estrategias, alianzas y colaboraciones entre todos los sectores para trabajar por una Asturias verde, segura y saludable». Desde luego, la sexta ola, con más de 1.200 contagios diarios, es una bagatela al lado de esas estrategias sobre lo verde. Les espera una temporada terrible a los sanitarios. Remató la carta en clave política: «Todas cuidamos de todas». ¿El dimisionario director general era un submarino de Unidas Podemos? Dicho con mi máximo afecto: ¡qué empanada, compañeru!

Urge que el consejero se presente en la Cámara y diga sin tapujos ni sentimentalismos baratos qué ocurrió: ¿choque de líneas políticas? ¿Un cese vestido de dimisión? Vale cualquier cosa menos decir que estaba cansado. Ya se pasó la fecha de gastar inocentadas.