Laura Pérez Macho presentó en la Junta General del Principado la renuncia al escaño. La exportavoz de Ciudadanos anunció que hoy mismo se reincorporaría a su puesto de trabajo. Su situación en el seno del grupo parlamentario se había tornado insostenible, porque privada de toda función -primero le quitaron la portavocía y, luego, la posibilidad de intervenir en comisiones-, su papel en la Cámara quedaba reducido a apretar el botón en las votaciones sin haber tenido la oportunidad de participar en la elaboración de las decisiones. Pese a discrepar de las distintas estrategias implementadas en la Junta, se veía arrastrada a ser cómplice de la deriva de un grupo que ha perdido el norte: defienden iniciativas de otros y leen lo que les escriben. En el debate de los presupuestos, varios portavoces de otros grupos arremetieron contra Ciudadanos. Sergio García, diputado naranja y secretario de organización del partido, no se le ocurrió otra cosa que salir a la tribuna y decir que «este muerto está muy vivo, al menos hasta 2023». Dejando a un lado que hasta cuando improvisan lo hacen a través del eco ajeno -‘los muertos que vos matáis gozan de buena salud’- (Corneille), llama la atención que ellos mismos se marquen como objetivo de supervivencia un año ¿En qué otro partido un dirigente sólo se atreve a garantizar un año de vida al grupo?
Laura Pérez Macho había negociado y pactado los presupuestos de 2020 con el Principado. El aparato de Madrid obligó al grupo parlamentario asturiano a retractarse y votar en contra. De esa forma estrenó Inés Arrimadas el liderazgo nacional. Acordar con el PSOE estaba prohibido. Sin embargo, desde Madrid bendijeron los acuerdos presupuestarios de 2021 y 2022 con el Gobierno de Adrián Barbón. El enorme descrédito de Ciudadanos es la resultante de decisiones concretas. Ellos mismos dieron la espalda al electorado y por eso se quedaron fuera de la Cámara madrileña y tienen la mitad de diputados que Vox en Cataluña. Las encuestas dicen que en las elecciones en Castilla y León pasarán de doce diputados a uno, en la estimación más optimista.
Cualquiera que haya seguido la actuación de Pérez Macho como diputada habrá podido comprobar el rigor de sus intervenciones. Era consciente de la responsabilidad que supone representar a 74.000 votantes. Su forma de decir adiós refleja también el cuidado por mantener la dignidad del cargo: «Si no me permiten hacer parlamentarismo para los asturianos, no voy a seguir cobrando un sueldo». Con la cabeza alta.