La negociación de la reforma del Estatuto da sus últimas boqueadas. Pese a los extraordinarios esfuerzos de Foro y Podemos no parece posible sacar el proceso negociador de la vía muerta en que quedó varado tras tres semanas de diálogo entre los cuatro partidos (PSOE, Podemos, IU y Foro) que defienden la causa de la oficialidad del bable y el eonaviego. El PSOE se limita a constatar que las propuestas fiscales de Foro y Podemos no tienen el apoyo de los cuatro. Hasta el momento, el Gobierno socialista y la FSA no han dicho cuál es su opinión y eso que tienen el triple de diputados que los otros tres partidos juntos. Mantienen el papel impostado de observadores cuando les toca ser los principales protagonistas. La controversia sobre la oficialidad la provocó el Gobierno socialista al decir que la iba a llevar a cabo porque era un compromiso electoral. Sin esa declaración de intenciones no se hubiera montado el enorme lío en torno al modelo trilingüe.
El Gobierno todavía no aclaró a los asturianos qué le parecen las rebajas fiscales de Foro y las bonificaciones de Podemos para los jóvenes y los moradores del medio rural. No puede ser que un partido con tanto poder institucional como el PSOE le dé igual una cosa u otra con tal de que la apoyen los siete diputados Podemos, IU y Foro. El criterio firme y razonado de IU ha terminado con las esperanzas de podemitas y foristas de negociar un consenso en torno a las rebajas fiscales que tendría como primer efecto la oficialidad del bable y el eonaviego. Qué difícil es explicar la relación causa a efecto entre impuestos y lenguas oficiales, pero a esos pactos heterogéneos estamos acostumbrados en la España de Pedro Sánchez, donde Bildu es un pilar de la gobernanza, mientras los dos principales partidos se tratan como enemigos.
Empieza la delicada fase del reparto de culpas por el fracaso. La izquierda actuó con un optimismo desbordante creyendo que los sueños de Adrián Pumares eran ley dentro de Foro. Desde este partido también hubo quién alimentó la euforia de la izquierda. La derecha sale beneficiada del fracaso pero no lo merece. No hicieron nada por detener el proceso. Se conformaron con aseadas intervenciones parlamentarias pese a que había una mayoría social dispuesta a evidenciar en la calle lo que no le dejaban reflejar en las urnas. Los famosos complejos de la derecha y la no menos famosa superioridad moral de la izquierda. En medio del desastre sólo se salva IU que demostró aprecio por los principios y sentido de la realidad.