Adrián Barbón anunció que formará un equipo multidisciplinar para analizar las experiencias de otras regiones en la lucha contra el declive demográfico en defensa del medio rural. El objetivo del presidente del Principado es aprobar una Ley de Reto Demográfico.
En la anterior legislatura se aprobó un plan demográfico para la década que va de 2017 a 2027. En él hay una descripción de nuestra región en términos de estructura económica sin descender a lo concreto. Pasó por la Junta General del Principado sin pena ni gloria y en la actualidad está alojado en algún olvidado archivo informático. A efectos prácticos, no tuvo ningún resultado. En el presente mandato, Adrián Barbón se comprometió a hacer frente al declive poblacional y creó la figura del comisionado para el Reto Demográfico, nombrando a Jaime Izquierdo para esa labor. Una persona que dedicó toda su vida a estudiar el desarrollo del medio rural, publicó muchos trabajos y desempeñó diversas responsabilidades. Sus propuestas para la Asturias no urbana seguro que son interesantes.
Producto del auge de la España vaciada, de la que forma parte la Asturias vaciada, se ha creado una confusión: una cosa es la desertificación demográfica de la zona rural y otra, el declive demográfico de la comunidad autónoma. La primera forma parte de la segunda, pero no es lo mismo. En teoría se puede activar la estructura socio-económica del agro, crear condiciones para que los urbanitas vayan a vivir a villas y aldeas, pero el descenso de población en Asturias seguirá de forma imparable. En términos absolutos la mayor pérdida de habitantes se da en el centro de la región, así que inversiones y programas de gasto público en las alas no evitarán el declive demográfico.
Dar respuesta a la Asturias vacía no supone frenar la sangría poblacional. Sin elevar la tasa de natalidad en las ciudades nos convertiremos en una región asilo con plazas sobrantes. Si se quiere encarar el reto demográfico, el equipo multidisciplinar (qué miedo me dan los equipos multidisciplinares) deberá estudiar el conjunto del territorio, porque en las alas solo viven el 11% de los asturianos. Soy pesimista por dos razones. Invertir la tendencia demográfica es muy difícil. En segundo lugar, Asturias y otras siete regiones asumieron la nueva identidad de tierras despobladas y eso, en el imaginario colectivo, se identifica siempre con vacas, madreñas, montes, ovejas…Confundir la parte con el todo nos aleja, irremisiblemente, de la solución.