Del encuentro entre Pablo Casado y los barones autonómicos salió una solución de compromiso: congreso extraordinario a primeros de abril, los nombramientos de Cuca Gamarra y Esteban González Pons, como coordinadora del partido y presidente del comité organizador del congreso, y el mantenimiento de Pablo Casado en la presidencia del PP hasta dar el relevo al ganador del congreso. No se cumplió la ambición de los barones (dimisión inmediata de Casado) y el político palentino renunció a cualquier expectativa de prolongar su mandato. De este modo se cumplen las formas, pero la transición se alarga por cuarenta días. A cambio, el proceso gana en institucionalidad, ya que desde una lógica democrática no era muy presentable que Casado dimitiera tras la presión de los barones y quedara ungido Núñez Feijóo como candidato del partido por la voluntad de sus pares. Se va a un congreso abierto, donde puede haber más candidatos y el que más votos tenga será el relevo de Casado.
El jarrón estaba roto en mil pedazos y entre todos tratan de recomponerlo. La tarea más difícil vendrá luego, cuando haya que hacer política con un partido muy dañado ante la opinión pública y sin un discurso claro ni una estrategia para llegar al poder. Dirigentes del PP y analistas hablan del fracaso de Casado, como si los tres años en el cargo hayan sido una suma de errores. Se cita el crecimiento de Vox y la falta de acierto ante el Gobierno de Pedro Sánchez, así como la intervención autoritaria de Egea sobre las organizaciones territoriales. Resulta tan fácil señalar errores como difícil es dar pistas para el futuro.
Si la formación se ubica más hacia el centro, objetivo que se asocia a Feijóo, el partido de Santiago Abascal tendrá un mayor margen de crecimiento. Las críticas al estilo rudo de oposición ante el Gobierno socialista son un producto del potente ‘agitprop’ de la izquierda, porque no fueron más ásperas que las descalificaciones del Gobierno al PP. En lo que sí tienen razón es en el estilo de relacionarse con los presidentes autonómicos y en la forma de violentar la dinámica de las organizaciones territoriales. El error más grave estuvo en la política seguida con Díaz Ayuso. En vez de apoyarse en ella para consolidar el liderazgo del PP en las encuestas, hizo todo lo posible por desacreditarla, hasta el punto de quedar aislado de los barones y contestado por las bases. Ese error no lo va a cometer Feijóo, pero sobre el resto no hay nada escrito hasta que Cuca Gamarra consulte el algoritmo.