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Juan Neira

LARGO DE CAFE

EL FANTASMA DE LA MODERACIÓN

Alberto Núñez Feijóo es el político de recambio para las crisis del PP. Cuando Rajoy fue defenestrado, todos los sectores del PP miraron para el dirigente gallego. Al final tuvo que renunciar porque desde el propio partido amenazaron con juego sucio. Tres años más tarde, al colapsar la dirección de Casado y Egea, los barones autonómicos lo señalaron como sucesor.

¿Por qué tiene Feijóo un crédito tan grande en el seno del partido? Su principal mérito está en las cuatro mayorías absolutas obtenidas en las urnas gallegas, igualando el récord de Fraga Iribarne. Ningún otro dirigente puede presentar un palmarés semejante. A ello hay que sumar que lleva treintaiún años en política y no se le conoce ninguna salida de tono. Feijóo irradia sentido común, algo que no abundaba en la finiquitada cúpula del PP. Es un buen gestor, discreto, sin alharacas, así lo demuestran los datos de la pandemia en Galicia.

En una coyuntura tan excepcional como la que atraviesa su partido el gran valor de Feijóo descansa en el consenso que suscita.

A Feijóo se le asocia con moderación. Se considera que su llegada a la cúspide del partido va a suponer un giro hacia el centro. Llegados a este punto debemos preguntarnos qué posicionamientos de Casado no haría el dirigente gallego. ¿Daría por buenas las decisiones tomadas durante la pandemia que el Tribunal Constitucional declaró anticonstitucionales? ¿Hubiera aceptado los pactos del Gobierno con grupos independentistas? ¿Respaldaría los indultos a condenados por sedición? Es evidente que no.

Bien es cierto que hay ejemplos en que la respuesta sería distinta, como la posibilidad de pactar la renovación del Consejo General del Poder Judicial. Quizás también habría respaldado la reforma laboral. Pero en líneas generales, en la mayor parte de las decisiones del Gobierno con las que mostró beligerancia Casado, tampoco transigiría Feijóo.

Contexto

El problema de la moderación aparece cuando se decide aplicar en un contexto adverso.

Desde el año 2015 la política española entró en la dinámica de la polarización. Estamos en la etapa de los bloques ideológicos. El centro se ha quedado, primero, sin votantes y ahora está a punto de quedarse sin siglas. El rearme ideológico impide los pactos transversales. En esta atmósfera se hace política en España.

Aquí llegamos a la gran cuestión que tendrá que responder Feijóo cuando se plantee la estrategia a seguir: ¿puede un partido con menos de cien escaños cambiar la dialéctica política de España? En las actuales circunstancias, ¿qué electorado apoya la política moderada?

Esta es una cuestión crucial. Mi visión particular es que la práctica de la moderación solo resulta exitosa cuando al otro lado del espectro político hay un partido que también es moderado. Para entendernos: lo que sucedió en España desde el inicio de la democracia hasta 2015, con PSOE y PP.

Durante treinta y ocho años la conquista del centro otorgaba las mayorías parlamentarias. Luego, los partidos procedieron a la voladura de ese espacio político.

En Galicia vence Feijóo en las urnas con política moderada, porque cuando se goza de mayoría absoluta el Gobierno tiene una hegemonía en la sociedad que va más allá de la aritmética de los escaños.

Es muy probable que Feijóo ensaye la política de la moderación en toda España, pero no creo que le dé resultados, salvo que una coyuntura económica especialmente adversa erosione fatalmente al Gobierno.

Doble vara

Es más, la moderación, tal como se plantea en España, es una trampa para la derecha, porque mientras el PSOE puede pactar con los inmoderados de Podemos, ERC o Bildu, el PP tiene que mantenerse alejado de Vox.

La primera tarea de la derecha en el combate cultural debería ser la denuncia de la doble vara de medir la calidad democrática de los partidos, máxime, cuando los enemigos de la Constitución y de la propia existencia de España conforman el sostén del Gobierno.

Feijóo cuenta con el apoyo de todos los barones autonómicos por ser el hombre ideal para apagar el incendio del PP. Casado y Egea fueron rechazados por actuar de pirómanos. No cabe duda de que es un acierto su elección.

Lo anterior no debe llevarnos a la confusión: una cosa es pacificar el partido y otra ganar las elecciones a la alianza de la izquierda y el nacionalismo.

Estamos en un escenario muy concreto, donde la derecha se moviliza cuando se denuncia sin ambages los abusos del poder y la práctica anticonstitucional de los independentistas. El voto puede ser mayoritario si la gente tiene la certeza de que la alternancia en el Gobierno supone el fin de una deriva que empezó con Zapatero y fue consentida por Rajoy.

Asturias

La futura onda moderada no debería tener influencia en el PP asturiano. Nunca hubo un debate en su seno entre derechización y centrismo.

Seamos ecuánimes, la pérdida de votos del PP regional, el hecho de que desde 2011 esté en la mitad de escaños de sus registros electorales históricos, no tiene que ver con ninguna supuesta derechización porque no ha existido. Su problema no guarda relación con la lejanía o cercanía al centro, sino con encontrar la senda de un partido de gobierno.

Algo que pasa por sumar a gente de peso al proyecto, identificar los intereses de la sociedad (la oportunidad perdida de la movilización frente al modelo trilingüe) y creer en la victoria. Cuando tras una larga serie de derrotas digan con convicción, «sí, se puede».

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por JUAN NEIRA

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