La crisis del PP está en la fase de operación relevo. No hay una forma clásica de hacerlo en el partido. En los estertores de Alianza Popular hubo un antecedente de las actuales primarias, con Hernández Mancha y Herrero de Miñón enfrentándose con una urna por el medio. Desde la fundación del Partido Popular, a finales de los años ochenta, la pauta seguida fue el ‘dedazo’, pero guardando las formas: el líder señalaba al elegido y el órgano colectivo de turno lo votaba con porcentajes afirmativos cercanos a la unanimidad. Así convirtió Fraga a Aznar en presidente del PP y Aznar a Rajoy. Para este último la propuesta quedó resumida en una fórmula infalible: «Mariano, te toca». Más del 99% de los electores lo corroboró. Sin embargo, en 2018, para suceder a Mariano hubo una dura competición entre Soraya Sáenz de Santamaría, Dolores de Cospedal y Pablo Casado. Ganó el que tenía menos opciones al iniciarse la campaña de búsqueda del voto. Queda para el recuerdo la intervención de Casado ante los congresistas, tocando las fibras sensibles y encadenando argumentos a su favor. El abanico con la bandera de España que lució Soraya no sirvió para nada.
La operación relevo pasa por la Junta Directiva Nacional del PP, que se reúne mañana, y el congreso extraordinario de abril. La mayor incógnita está en saber si se reproducirá la disputa entre dos o más aspirantes a la presidencia, o si solo concurrirá Feijóo. Los barones quieren unidad en torno al político gallego, porque consideran que la paz interna es el mejor lenitivo para superar la crisis. Egea dio a entender que había muchas probabilidades de presentar una candidatura alternativa. En concreto, el 75%. La competencia, en general, es salud democrática, pero los dirigentes de todos los partidos prefieren congresos de candidato único.
Junto a la operación relevo se empieza a atisbar un intento por presentar un relato de la crisis exculpatorio para Casado por el expeditivo método de cargar todas las culpas sobre Egea. Por muy rudo que sea el exsecretario general la responsabilidad de Casado es insoslayable. Fueron meses y meses de acoso a Ayuso, para acabar con una intervención radiofónica contra la presidenta de Madrid que no la mejoran los portavoces de la izquierda. Un absoluto despropósito. Una cosa es darle una despedida digna a Casado y otra fantasear con lo ocurrido. Rivera dimitió por un mal resultado electoral; Pablo Iglesias porque se le hacía insoportable el rechazo social. Casado por equivocarse de rival.