La crisis del PP y la guerra de Ucrania han cambiado los planes de los partidos. El futuro se trabaja con materiales distintos a los que había hace un mes. La recomposición de los dos grandes bloques ideológicos está en marcha. Empecemos por la derecha.
Del PP de Feijóo se conoce lo que filtra el entorno: pactará la renovación del Consejo General del Poder Judicial, dará amplia libertad a las organizaciones autonómicas para trazar su estrategia, integrará a muchas mujeres en su equipo, etcétera.
Se supone que iniciará un desplazamiento hacia la moderación. En el relato de la izquierda los viajes de la derecha al centro son viajes frustrados, porque nunca llegan a su destino. Llevan cincuenta años pidiendo a Unión de Centro Democrático, Alianza Popular, Centro Democrático y Social y Partido Popular que se moderen, para luego concluir que son autoritarios, intolerantes y, en no pocos casos, fascistas. El PP de Feijóo no será la excepción.
Lo cierto es que la derecha está en recomposición con la llegada del nuevo líder. Una novedad que llegó precedida del último descalabro de Ciudadanos en los comicios de Castilla y León. Desde que Vox se convirtió en fuerza parlamentaria el centro-derecha tiene tres marcas electorales, mientras que la izquierda está representada por dos grupos.
Al aplicar el método D’Hondt de transformar los votos en escaños la izquierda sale favorecida. Con la derecha dividida en tres formaciones hay un porcentaje alto de voto inútil.
Todo indica que la derecha va a simplificar la representación en las cámaras, ya que Ciudadanos tiene un pie fuera de las instituciones. No se acaban ahí las incertidumbres en el bloque liberal-conservador, porque falta por saber si Vox continuará su senda ascendente y cómo será su relación con el PP. La investidura de Mañueco para un nuevo mandato en Castilla y León arrojará pistas sobre los modelos de entendimiento entre los dos grupos de la derecha. El único diputado de Ciudadanos jugará la función de acompañamiento, aunque no es necesario para la derecha ni aporta nada a la izquierda.
Esta última asistía complacida al choque interno del PP, pero la invasión de Ucrania ha cambiado el escenario. La consabida relación, entre cordial y tensa, del PSOE con Unidas Podemos, va a redefinirse.
Pedro Sánchez quería que el compromiso de España con Ucrania se visibilizara en ayuda humanitaria y material militar defensivo (cascos, chalecos). Una postura asumible para Unidas Podemos.
Al ver que la mayoría de los socios europeos optaban por suministrar material militar ofensivo, el presidente no tuvo otro remedio que sumarse a ellos para no quedar en evidencia ante Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia…
La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, respaldó a Pedro Sánchez y los ministros de IU (Alberto Garzón y Joan Subirats) cerraron filas con la vicepresidenta. Sin embargo, los ‘podemitas’, con sus dos ministras a la cabeza (Irene Montero y Ione Belarra), se opusieron a los planes de Sánchez y no le aplaudieron. El alineamiento con Rusia de los partidos comunistas occidentales, durante la guerra fría, sigue vigente en el Congreso de los Diputados, gracias a los dirigentes de Podemos.
Particularmente irritante fue la intervención de Pablo Echenique. Se sirvió del lema «no a la guerra» para oponerse a armar a la resistencia de Ucrania, porque según él frustra una salida negociada. Hay que tener cuajo para decir que son los países democráticos los que impiden a Putin pactar con Zelenski. Lo más sorprendente de todo es que Montero, Belarra, Echenique y compañía fotocopian la «política de apaciguamiento», dictada por el primer ministro británico, Chamberlain, que significó quedar de brazos caídos mientras Hitler anexionaba Austria e invadía Checoslovaquia. Los países occidentales no debían irritar a la fiera. El mismo consejo de los ‘podemitas’ para calmar a Putin.
Podemos cree que la OTAN y las convicciones democráticas de los socios de la Unión Europea constituyen el principal impedimento para detener la guerra. Todavía se atreve Belarra a hablar de vías diplomáticas cuando bombardean a la población indefensa y abren fuego de artillería contra una central nuclear.
El derecho a la legítima defensa, reconocido en todos los ordenamientos jurídicos, y el deber de defender a personas gravemente amenazadas, quedan orillados. La mejor forma de desactivar la invasión es sacar bandera blanca. A lo mejor hay que regalarles flores.
La discrepancia sobre la crisis de Ucrania va a romper Unidas Podemos. Las diferencias de Yolanda Díaz e IU con la tribu ‘podemita’ son insalvables. Si la vicepresidenta y ministra de Trabajo logra tejer una candidatura no llevará en ella a los actuales dirigentes de Podemos.
El ‘dedazo’ de Pablo Iglesias colocó a Yolanda Díaz en la rampa de lanzamiento para ser la candidata electoral de Unidas Podemos. La vicepresidenta no hizo ascos a la oferta, pero marcó perfil propio y empezó a trabajar en favor de una lista electoral con otros ingredientes (Ada Colau, Compromís, etc.).
El enfrentamiento sobre la crisis de Ucrania alejará a unos de otros. El gran beneficiado con la división es el PSOE. El debilitamiento de su socio de gobierno favorece directamente a los socialistas que engullirán su electorado.
Qué lejos quedan los tiempos en los que Pablo Iglesias le disputaba el liderazgo de la izquierda a Pedro Sánchez.