Alejandro Calvo pide la creación de un sistema europeo de ayudas directas para el sector agroalimentario. También plantea que haya moratorias sobre los créditos concedidos. El consejero de Medio Rural justifica su demanda en el hecho de que hay una «crisis global que golpea al sector con unos problemas de costes que se suma a otra anterior, también de costes». Podríamos expresarlo de una forma más sencilla: el problema de costes se ha agudizado con la invasión de Ucrania. El consejero recuerda que ganaderos y agricultores «producen a pérdidas» (venden sus productos por un precio inferior a los costes que soportan elaborándolos).
Por desgracia, lo que dice Alejandro Calvo es cierto y hay muchas explotaciones que pueden desaparecer en los próximos meses. El asunto se podría abordar con un cierto margen si no fuese porque el problema afecta, igualmente, a la industria y a parte de los servicios.
También producen a pérdidas, razón por la cual algunas factorías quedan inactivas. Las ayudas europeas salen de la misma caja, aunque aparezcan distribuidas en distintos fondos, porque todo procede del presupuesto comunitario. Hay que salvar el campo, por razones de todo tipo, que van desde consideraciones puramente humanas hasta el carácter estratégico que tiene la producción de alimentos. Por los mismos argumentos hay que salvar la industria. Se trata de dos vigas maestras de nuestra economía. No podemos importar todo.
No sé qué pensarán los altos burócratas de Bruselas, pero en el caso de que no tengan suficientes recursos para salvar al campo, la industria y otros sectores, sería el momento de reorientar parte de los fondos extraordinarios que vamos a empezar a disfrutar. A España le corresponden hasta 140.000 millones de euros, sumando subvenciones no reembolsables y préstamos que se pueden solicitar. No hace falta retorcer las palabras porque el magno programa europeo se llama Mecanismo para la Recuperación y Resiliencia: recuperarnos de la pandemia y resistir la crisis de las materias primas, agravada con la guerra de Ucrania. ¿Qué es más urgente, destinar casi 6.000 millones en dotar de eficiencia energética a las casas o salvar la ganadería y la agricultura? ¿Qué es más importante, dedicar 13.000 millones al coche eléctrico o sostener factorías y talleres? Las respuestas son evidentes, salvo para aquellos dominados por la ideología imperante. Temo que esto les suceda en Bruselas, como ocurre a todos aquellos que tienen las necesidades cubiertas.