El acuerdo que permite a Alfonso Fernández Mañueco ser investido, nuevamente, como presidente de Castilla y León se ha convertido en un debate sobre Vox. Pedro Sánchez utilizó munición de grueso calibre al referirse al pacto del PP y Vox: «Se trata de un momento grave y crítico para la democracia española».
Las palabras del presidente del Gobierno recuerdan las manifestaciones de Pablo Iglesias cuando Vox entró en la primera Cámara autonómica (Andalucía). «Alerta antifascista», clamó Iglesias, llamando a feministas, afectados por hipotecas y ecologistas a movilizarse contra el partido de Santiago Abascal. A la sobreactuación del presidente del Gobierno colaboró decisivamente Pablo Casado, cuando al asistir a la reunión del Partido Popular Europeo (PPE), dijo que «conmigo no se habría producido el acuerdo con Vox». Un hombre frustrado es capaz de cualquier cosa.
Fascista
Salta a la vista la gran distancia que hay entre la opinión pública y la dirigencia política. Vox ya fue en las elecciones generales de noviembre de 2019 el tercer partido en votos y escaños y desde entonces ha ido creciendo en las encuestas y en las urnas. ¿Es fascista el tercer partido más votado por los españoles? ¿Está nuestra democracia al borde del abismo porque participe Vox, como socio minoritario, en un gobierno autonómico? ¿Debería Mañueco renunciar a gobernar para que el PSOE se hiciera con el poder en Castilla y León de la mano de Podemos?
Núñez Feijóo culpó al PSOE por no facilitar la gobernabilidad en Castilla y León pactando con el PP. El presidente gallego propone, como norma general, una entente entre PSOE y PP, para que gobierne el más votado con la abstención del otro. Algo así como ‘te invisto, pero no te dejo gobernar’. El asunto viene de atrás.
De las elecciones generales de diciembre de 2015 no salió ningún candidato investido presidente y se tuvieron que repetir los comicios en junio de 2016. Llegó el otoño y seguía el bloqueo. Para evitar las terceras elecciones en doce meses el Comité Federal del PSOE decidió abstenerse ante la investidura de Rajoy. Sostenían que abstención y apoyo eran cosas distintas. En aquella coyuntura ya había un sector del PSOE que proponía, en voz baja, la alianza con Podemos y los nacionalistas. Hasta entonces la gobernabilidad descansaba en partidos inequívocamente constitucionales: PSOE, PP, Ciudadanos.
Derribo
Dos años y medio más tarde Rajoy fue apeado del cargo por la moción de censura presentada por el PSOE y votada por la izquierda y los nacionalistas. La primera vez que se presentó en sociedad la mayoría Frankenstein no fue para gobernar, sino para derribar. A continuación, el PSOE formó un gobierno monocolor.
El segundo paso para homologar a radicales y nacionalistas como integrantes o socios de gobierno fue la alianza parlamentaria. Desde la oposición respaldaban al Gobierno socialista. La transformación de Podemos y nacionalistas en columna vertebral del nuevo poder fue fruto de un proceso gradual.
En 2018, Pedro Sánchez ya estaba en condiciones de liderar una mayoría parlamentaria formada con aliados heterogéneos que tenían como elemento común la beligerancia con la Constitución. En ese escenario irrumpió Vox como partido parlamentario (12 escaños) en la Junta de Andalucía. A los cuatro meses Pedro Sánchez ganó las primeras elecciones con el argumento del miedo a la ultraderecha. No se le escuchó otra idea en la campaña de abril de 2019.
Críticas
Dos de los principales críticas que se vierten sobre Vox son el rechazo al sistema autonómico y su carácter antieuropeísta ¿ERC o Bildu asumen el modelo autonómico o lo desprecian? ¿Se puede calificar de europeísta a Podemos tras las complicidades explicitadas con la invasión de Ucrania?
Llama la atención que se ponga la lupa sobre la política de Vox hacia los inmigrantes (solo los aceptan si tienen papeles), cuando los nacionalistas en sus feudos marginan a millones de españoles.
¿Qué dice el Gobierno de los vascos o catalanes que se sienten españoles y no pueden cursar estudios en castellano? ¿Qué le parecen las multas en Cataluña por rotular negocios en castellano? Tras cuatro décadas en el poder han dividido la sociedad en ciudadanos de primera y de segunda.
Los aliados del PSOE son todos democráticos, pero el PP sólo puede pactar con Ciudadanos, un partido reducido a la nada. Como el centro-derecha acepte ese postulado se eternizará en la oposición.
¿Alguien imagina a Feijóo entrando en la Moncloa con los únicos apoyos externos de Navarra Suma y Coalición Canaria? ¿Puede Teresa Mallada ser presidenta del Principado sin contar con el apoyo de Vox?
Pedro Sánchez jamás critica a Podemos, PNV, ERC o Bildu, mientras que en el PP encuentran rentable despotricar contra Vox sin darse cuenta de que le hacen el trabajo sucio a la izquierda.
Mientras el centroderecha permita al PSOE ejercer la potestad de dar o negar credenciales democráticas al resto de partidos, jamás alcanzará el poder.
Resulta lacerante que Pedro Sánchez reconozca a Bildu como socio estratégico, con todo el pasado sangriento que hay detrás de esa gente (los máximos jefes de ETA, como Mikel Antza y David Pla, están al frente de la nave), y considere una amenaza para la democracia la llegada de Vox al gobierno de una región.
A ver si en el PP se enteran de que blanquear a Bildu y demonizar a Vox es clave para la hegemonía electoral de la izquierda.