La ministra de Transportes dijo el otro día en Ribadesella que el plan de cercanías ferroviarias (2017-2025) costará «casi 1.000 millones de euros». El proyecto inicial valoraba en 580 millones la inversión a realizar. Posteriormente, tras la negociación de Fernando Lastra con el ministro de Fomento del PP, Íñigo de la Serna, el volumen de la obra se elevó a 603 millones. Ahora Raquel Sánchez sitúa el coste de las actuaciones en cerca de mil millones. En un tiempo breve la inversión creció el 72%. En la transformación del coste pueden pesar problemas sobrevenidos, como la inflación rampante, aunque es probable que se hayan realizado los cálculos iniciales de una forma superficial. A ello hay que sumar que en Asturias las obras públicas tienen siempre grandes desviaciones presupuestarias por las dificultades orográficas.
Se han cumplido casi dos tercios del periodo que abarca el plan y sobresalen dos cuestiones: la indiferencia del público y la inversión realizada. La red de cercanías (370 kilómetros) debería estar llamada a dar respuesta a las demandas de movilidad de cientos de miles de asturianos, sin embargo, el interés por las actuaciones contrasta con el seguimiento que tuvieron en nuestra región la construcción de las principales autovías. Entonces la gente estaba pendiente de los avances, mientras que en el presente el desinterés generalizado acompaña a los anuncios de mejoras. A todo ello hay que añadir que la clientela de las cercanías ferroviarias mengua año tras año. La preocupación por la ordenación del territorio, el afán por conectar la zona rural con los grandes centros urbanos, solo será posible si mejoramos los servicios de cercanías. Cuando se ideó el metrotrén, un proyecto de alcance regional, el principal objetivo residía en poder dar respuesta a las demandas de desplazamiento del 80% de los asturianos que viven en el área central. Eso nunca se podrá lograr añadiendo carriles a la autopista ‘Y’ que solo serviría para colapsar Oviedo en las horas punta (Gijón aún se defendería).
Hay un gran contraste entre las cantidades previstas y la inversión ejecutada: 60 millones en tres años y medio. Como todo el plan se estima en 1.000 millones, de seguir al mismo ritmo tendrán que transcurrir cincuenta y ocho años para dar por completados los trabajos. Ya sé que Asturias es una prioridad para el Gobierno de España, pero es preciso que la preocupación y el desvelo se trasladen a los estudios, expropiaciones, licitaciones y ejecuciones.