En los dos primeros meses de este año la recaudación fiscal creció el 10,6% con respecto al pasado ejercicio. La explicación no está en un relanzamiento de la economía, con crecimiento del consumo (IVA) y de la contratación de mano de obra (IRPF), sino en la inflación. El truco es muy sencillo, las tarifas de los impuestos se mantienen constantes y al elevarse los precios y los salarios se paga más. El PP de Feijóo quiere hacer caballo de batalla de esta pura ficción monetaria que permite a Hacienda tratar como si se hubiesen enriquecido a los contribuyentes que luchan por no perder poder adquisitivo.
El Principado, como el resto de comunidades autónomas, adquiere por esa vía unos ingresos extraordinarios. Hay otro mecanismo en manos de los gobiernos para mejorar las finanzas, consistente en dejar partidas del presupuesto sin ejecutar. Se recauda y presupuesta, pero no se gasta. El pasado año el Principado ejecutó el 62% de las inversiones. En los dos ejercicios anteriores se verificó el 64% y el 79% del capítulo inversor. El resto se ahorra.
En esta cuestión hay una mala práctica inveterada. Cuando toca negociar y aprobar los presupuestos, gobierno y oposición realizan todo tipo de declaraciones y en las sesiones plenarias del Parlamento los portavoces se emplean a fondo. Se aprueba o rechaza un proyecto de presupuestos porque incluya más o menos dinero para guarderías o zonas verdes. Más tarde, el gobierno no gasta un euro de las partidas negociadas y aprobadas y no ocurre nada. No se entera ni el apuntador. Máximas galas para los plenos presupuestarios, mínima trascendencia parlamentaria para la ejecución de las cuentas. La impostura ha llegado a un extremo que en el Congreso de los Diputados, donde van siete pueblos por delante de la Junta General del Principado, ya hace más de treinta años que en las negociaciones de los presupuestos el Gobierno ofrece ‘pintar’ una partida para que un grupo de la oposición apruebe las cuentas; y al revés, la oposición solicita al gobierno que le ‘pinten’ una obra o una actuación de cualquier tipo para justificar ante su clientela electoral su apoyo a las cuentas. La ficción se da también entre el Gobierno y el propio grupo parlamentario, cuando los diputados de provincias suplican que les ‘pinten’ una actuación para demostrar sus desvelos por la tierra chica. Precisamente por esa vía me enteré yo, hace muchos años, de la trampa. Y con tanto maquillaje nos extraña luego que se aprueben unos presupuestos irreales.