El anteproyecto de la ley de turismo está en el trámite de información pública. Lo primero que habría que preguntarse es si Asturias necesita esa ley para mejorar la actividad del turismo o si basta la legislación estatal. También hay que valorar si no se incurre en el defecto de hacer una ley cuando el Principado ya ha regulado la actividad. Ejemplo: el anteproyecto dice enfáticamente que en Asturias queda prohibida la acampada libre, cuando ya está prohibida desde hace muchos años. Primero limitada por una ley de 1966, en toda España, y luego prohibida por un decreto de 2008 del Principado. El Seprona tiene trabajo todos los veranos.
La norma se va a llamar: Ley de Turismo y Sostenibilidad Turística. ¿Serán capaces nuestros políticos de hacer algún enunciado en que no aparezca la palabra ‘sostenibilidad’? La salud mental de los asturianos corre peligro tras soportar tanta retórica con el término de marras. Vamos a ver, el turismo asturiano se mantendrá años, décadas y centurias si cuenta con demanda. Eso es lo único que nos debe preocupar. Pues bien: la ley no va por el camino de facilitar, sino por el de prohibir y ‘reordenar’, palabra peligrosa en manos de un gobernante. Como novedad se crea la figura de ‘zonas turísticas de alta presión’. Es una copia de las zonas turísticas saturadas o maduras de Baleares que luego se extendió por otros territorios. Puede que en Mallorca, Málaga o Alicante haya una excesiva concentración de equipamientos turísticos y, en consecuencia, de clientes, pero en Asturias no se produce ese exceso. Aunque los legisladores piensen lo contrario, estamos todavía en la fase de artesanía turística en comparación con la industria turística del Mediterráneo.
La ley habla de evitar desfases de oferta y demanda y para ello crea un Programa de Medidas Correctoras, con su ración de prohibiciones, limitaciones y reordenaciones. No hace falta ese programa. Si en el sector están sobredimensionados los hoteles, un porcentaje de ellos cerrarán por falta de rentabilidad, pero si hay exceso de turistas, abrirán nuevos negocios. Demandantes y oferentes están regulando constantemente todo tipo de actividades. No es nada raro. No hay saltos en el vacío. Las leyes deben fijar un marco general, no entrar a solucionar con su articulado problemas de gestión. Hace muchos años, un director general de Comercio me dijo en una entrevista que «en la calle de Uría de Oviedo no se pueden abrir más negocios». Luego lamentamos todos la pérdida de población.