La visita de Díaz Ayuso a Asturias, para participar en un acto con emprendedores organizado por el PP en Gijón, no dejó indiferente a nadie. Desde los reclamos de los viandantes entusiasmados por la calle, que no le permitían avanzar por la acera, hasta la respuesta en bloque del Gobierno asturiano y de la FSA: Adrián Barbón, Gimena Llamedo y Melania Álvarez recordaron el ‘compadreo’ del PP con la extrema derecha, la prórroga del peaje del Huerna por el Gobierno de Aznar, la soberbia de la presidenta de Madrid y el liderazgo autonómico que ostenta en corrupción esta región.
Solo las grandes y discutidas estrellas de la música, el deporte y la política suscitan tanta atención. Nunca las visitas de Aznar, Rajoy o Casado merecieron una respuesta tan larga, detallada y negativa como la elaborada por los socialistas para recibir a Ayuso. Está claro que esta mujer constituye un estereotipo político que desborda las hechuras del traje del PP para captar la atención de un público plural en lo ideológico e interclasista en lo social. La presidenta de Madrid no se muerde la lengua. Quizás por eso, en el corazón de Gijón, una ciudad que dio la mayoría a la izquierda en diez de las once elecciones municipales habidas en la democracia, la actitud de la gente hacia ella no fue diferente a la que despierta cuando camina por el madrileño barrio de Salamanca.
Si el PP asturiano hubiera llamado, por ejemplo, a Juanma Moreno Bonilla para hablar con emprendedores, el presidente andaluz compartiría ‘selfis’ con militantes de su partido, pero el común de los gijoneses se movería entre la indiferencia y la mera curiosidad, sin empatía, como sucedería con cualquier presidente autonómico de derechas o de izquierdas. La excepción es Ayuso. Esa es la razón por la que el personaje provoca tanta desconfianza en la cúpula de los dos grandes partidos. El PSOE lo ha demostrado repetidamente, pero a fin de cuentas es el partido antagonista. En el PP, Pablo Casado perdió el poder por actuar como si fuese un líder socialista contra ella. Núñez Feijóo -inteligente, frío, dueño de sus silencios- prefirió en el congreso del partido elevar a poder orgánico la entente previa que tenía con Bonilla, a dar a Ayuso y a su gente el papel que les correspondía en la dirección del partido. Los dirigentes del PP regional estaban encantados con la visita de la presidenta madrileña. No es para menos. Valiente, desprejuiciada, capaz de ir por libre, con un discurso personal, tan identificable, que resulta inimitable.