La Consejería de Educación ha adelantado a los colegios las principales novedades del currículo de la Educación Primaria. Tras la aprobación de la nueva Ley Orgánica de Educación (LOMLOE) el Ministerio de Educación aprobó los decretos que la desarrollan. Posteriormente se puso a trabajar sobre los currículos y tardó mucho en publicarlos, dejando muy poco tiempo a las consejerías para concretar la parte de los mismos que les corresponde. Como se trata de una ley nueva, lo más prudente hubiera sido esperar un año para aplicarla, pero aprisa y corriendo van a estar en vigor los nuevos planes de estudio en el próximo curso 2022-2023.
En la comunicación enviada por la Consejería de Educación a los colegios hay una parte entre doctrinal y metodológica que requiere comentario aparte, donde recoge y reproduce la visión ideológica de la ‘Ley Celaá’. En los aspectos prácticos, la Consejería, con el argumento de «fomentar la integración de competencias», exige que los colegios «programen, diseñen e implementen proyectos integrados significativos».
Esta novedad tiene más importancia de lo que pudiera parecer. La pedagogía por proyectos, hasta ahora, se realizaba con los niños más pequeños. La necesidad de trabajar con materiales concretos; la importancia de la manipulación, la apelación al juego como herramienta pedagógica pueden aconsejar el trabajo por proyectos en la Educación Infantil, aunque también tiene aspectos dudosos: la cantidad de tiempo que hay que emplear para enseñar cualquier cosa. En Primaria, apostar por los proyectos significa relegar los libros. Se pueden compaginar, si son un complemento. No parece que sea esa la intención de la Consejería cuando dice que al aprendizaje por proyectos «al menos se le dedicará un 20% del tiempo total». Ojo, ponen ese porcentaje para que los claustros sepan que no van a poder obviar esa forma de enseñanza. La realidad es que en un centro que funciona por proyectos, toda la actividad escolar gira sobre el contenido de los mismos. Además, al trabajar con esa metodología se corre el riesgo de dejar fuera contenidos importantes, algo que nunca ocurre cuando se utilizan libros de texto. Claro que los libros van por temas y eso no encaja con el paradigma de la educación globalizada, donde el huevo frito se mezcla con las matemáticas y estas, a su vez, con los afectos. Es una pena que las prisas del Ministerio de Educación no hayan permitido discutir sosegadamente sobre estos asuntos entre la Consejería y los colegios.