Las jornadas de protesta protagonizadas por agricultores y ganaderos en los meses de invierno han dado sus frutos al anunciar el Gobierno el Proyecto Estratégico para la Recuperación y Transformación Económica (PERTE) del sector agroalimentario. 1.800 millones de euros entre fondos europeos (1.000) y financiación del Gobierno (800). Se espera que con la inversión privada se alcancen los 3.000 millones. El dinero llegado de Europa se destina fundamentalmente para fortalecer las empresas del sector y digitalizar la cadena alimentaria. Mientras que una parte importante de los recursos aportados por el Gobierno irán destinados a la gestión del agua y la modernización de los regadíos. En el caso de Asturias, 673 empresas se podrán beneficiar del PERTE. Obvia decir que la noticia es positiva.
El campo está en una situación límite por el fuerte crecimiento del coste de los factores de producción que no se puede repercutir fácilmente en el precio del producto final, por las leyes ambientalistas y la pesada burocracia. En Asturias los ganaderos se cansaron de decir que el precio de la leche es exactamente el mismo que veinte años atrás. La guerra de Ucrania ha agudizado la problemática del campo. Un ejemplo. España es el principal productor de pienso en Europa. Para fabricarlo se precisa de cereales y aceite de girasol. El 45% del cereal venía de Ucrania y se interrumpió el suministro. Con saber que el puerto que concentraba los tráficos era Odesa ya está dicho todo. Hasta ahora la reacción del Gobierno había sido insatisfactoria provocando una brecha con el mundo rural que los recursos del PERTE pretenden cerrar.
El ministro de Agricultura, Luis Planas (este señor es como los ministros de toda la vida: llegó al puesto conociendo a fondo la problemática del campo, habla con rigor, sin juegos de palabras, y no necesita hacer alusiones absurdas a la derecha cuando explica los beneficios de la Política Agraria Común. En definitiva, es la excepción del Gobierno), señaló que el sector agroalimentario español es el cuarto exportador de la UE y el séptimo a escala mundial, dando empleo a 2,3 millones de personas. Los números reflejan la enorme importancia que tiene para la economía española por sus dimensiones y el carácter estratégico de sus producciones. La industria agroalimentaria es una de las ramas con más futuro, así que bien merece 1.800 millones para superar las dificultades del presente. Hay que invertir bien esos fondos, porque la abundancia durará poco.