El Consejo Social va a validar o rechazar el Plan Estratégico de la Universidad de Oviedo. A estas alturas todos los asuntos que hay en el documento se reducen a uno: trasladar o no la Escuela Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo al campus de Mieres. Desde el primer momento se vio que era el asunto más espinoso por la identificación de los ovetenses con un centro que ayudó en su día a financiar el Ayuntamiento de la capital y por el que pasaron los mejores estudiantes durante los últimos sesenta años.

Hace mucho tiempo el rector de entonces me dijo que el traslado a Mieres no se podría hacer ni con el apoyo de la Guardia Civil y, sin embargo, va a llevarlo a cabo Ignacio Villaverde. No se le puede negar valentía al actual rector porque ya sabía la respuesta que originaría, pero el asunto no es tanto lo que acabe ocurriendo con la Escuela de Minas, sino el conjunto del plan. Quitando la hojarasca, este es un plan de infraestructuras y titulaciones. No se presentan como dos cosas separadas, sino íntimamente unidas. De hecho los estudios de Minas van a ir a Mieres no porque sea mejor sitio que Oviedo para impartir docencia, sino porque necesitan el inmueble para acomodar a alumnos de otras carreras que ya no caben en sus respectivos edificios. Es decir, en el plan estratégico, el tándem infraestructuras-titulaciones hay que leerlo en ese orden: primero las infraestructuras y, luego, las titulaciones. Lo más curioso de todo, lo que me tiene maravillado, es que en un plan tan marcado por las infraestructuras, el Principado no tenga nada que construir. Todos los traslados son meros realojos en edificios viejos. Y para acabar de rematar el cuadro, digamos que esa falta de espacio, causa de las variadas mudanzas, se produce cuando hay menos alumnos que en las últimas décadas en la Universidad. A un plan basado en esas premisas cuesta darle la categoría de estratégico.

Vamos con el elemento político. El plan responde a las ideas del Principado. En la ceremonia de inauguración del actual curso académico quedó claro que Ignacio Villaverde y el consejero de Ciencia, Borja Sánchez, comparten anhelos y preocupaciones. La oposición, en Babia. No me refiero a la oposición de izquierdas que coincide con las ideas del consejero y el rector, sino la de derechas que debería disentir. Digo que debería porque por asuntos de menor monta organizan escandaleras. Quizás en algún partido se alegren de que el alcalde de Oviedo se lleve un revés, pero los electores no tienen la culpa.