Teresa Mallada exigió a Adrián Barbón que expulse del partido a los diputados nacionales Adriana Lastra, María Luisa Carcedo y Roberto Morís, por no apoyar una iniciativa del PP en el Congreso de los Diputados que pretendía anular la decisión del Gobierno de incluir al lobo en el listado de especies protegidas. El Principado trabaja en esa dirección formando un frente con otras regiones.

La exigencia de Mallada no pasa de ser una boutade. Ninguna organización autonómica del PSOE expulsaría a sus diputados nacionales por seguir las directrices del grupo parlamentario. En este caso concreto incluye la expulsión de la número dos del partido (Lastra), que es tanto como pedir a un coronel que arreste a un general, algo que sólo ocurre en los golpes de estado. La propia Mallada, atrapada en el silogismo, asegura que «si eso pasa en mi formación política, los diputados nacionales tienen la expulsión encima de la mesa». Gobernando Rajoy o Aznar hubo múltiples iniciativas socialistas sobre mejoras para Asturias, en el Congreso de los Diputados, que recibieron el voto en contra de los diputados asturianos del PP. No recuerdo un solo caso en que los diputados asturianos contravinieran las decisiones de su Gobierno. Aceptaron todas las órdenes y si la ocasión lo pedía hicieron la ola.

Conviene no perder la perspectiva. En la práctica de los grandes partidos, los diputados nacionales están al servicio de las estrategias nacionales del partido, no de los intereses regionales. Con Ana Pastor de ministra se cerró la autopista del mar y creció la de Vigo. Gijón al Norte quedó sin norte y la variante de Pajares entró en vía muerta. Ningún diputado asturiano del PP levantó la mano para discrepar. En el pasado siglo los diputados socialistas asturianos votaron, repetidamente, en contra de la variante de Pajares. Y con Podemos sucede lo mismo. Siempre manda Madrid.