En Asturias, la variante de Pajares acapara los titulares en las infraestructuras que construye el Estado, pero la inversión más necesaria es la relacionada con la red ferroviaria de cercanías. La actuación más útil para la infraestructura más olvidada. Tenemos doble red, ancho métrico (antigua Feve) y ancho convencional, generando entre ambas un déficit que ronda los 90 millones de euros anuales, que financia el Estado. La situación más insostenible se da en los servicios de la antigua Feve, donde la caída de viajeros se compensa con un aumento de la subvención para pagar los costes de explotación. En 2012, con 2,8 millones de usuarios, el Estado ponía 16 euros por cada billete que se vendía. En la actualidad, con 1,3 millones de viajeros, la subvención por billete alcanza los 30 euros. De continuar esa progresión el transporte podrá ser gratuito porque el precio del billete jugará un papel meramente testimonial en las cuentas de la compañía. A día de hoy, la venta de los billetes solo sufraga el 4,3% de los gastos. Cuando sólo represente el 1% imagino que los regalarán.
La situación de Feve parecía inmanejable en 2012, por eso el Gobierno de Rajoy la integró en Renfe. Se tomó la decisión de reducir las frecuencias de los servicios, pero la medida nunca se llevó a la práctica ante el frente de lucha formado por viajeros y dirigentes autonómicos y municipales. Cuando toca enfrentarse al Estado la moral de la tropa es mucho más alta que si tiene en frente a una empresa privada. El Estado es infinitamente misericordioso y pasa la bandeja para que aportemos todos los ciudadanos, incluidos los que no usamos el tren. Al final, sobre los servicios de cercanías se llegó a un acuerdo global: Renfe ofrece un número pactado de frecuencias y el Ministerio de Transporte asume el déficit económico. Los 90 millones que decíamos al principio.
Un socavón tan grande en las cuentas no es viable. Aunque los gestores estén de vacaciones, algún día llegará alguien con la tijera. Lo más dañino es que el Ministerio paga el precio de la ineficiencia a cambio de gozar del privilegio de quedar cruzado de brazos. Por eso la calidad del servicio es deplorable. Simplemente, quitando apeaderos y poniendo los horarios en función de las demandas del público el cambio sería espectacular. No digo nada si ya se dispusiera de las locomotoras que compraron en 2020 y no llegarán hasta 2024. El colmo de la dicha sería si el Ministerio de Transportes hiciera las obras. Igual creaban un problema a la competencia.