En 96 años de vida y 38 como prelado pudo Díaz Merchán conocer distintas épocas de la Iglesia. Un tiempo largo que se puede dividir en cuatro etapas.
Su etapa de formación y de sacerdocio se desarrolló bajo el nacional-catolicismo. El temprano reconocimiento del nuevo régimen por la Santa Sede tuvo para Franco el valor de la legitimación y desde entonces marcharon unidos. En el relato del franquismo (la cruzada) la Iglesia es parte del combate. Dos rasgos destacaría de esa fase: la militancia religiosa de una parte destacada de los católicos y el papel social del cura, con ‘auctoritas’ fuera de los templos. El joven don Gabino vivió con naturalidad ese periodo porque encajaba con sus vivencias de la España rural. La siguiente fase vino marcada por el Concilio Vaticano II, el gran acontecimiento eclesial del siglo XX. La pérdida del hieratismo, la traducción del latín. Díaz Merchán formó parte del grupo de obispos españoles partidario de las reformas. Durante esos años los prelados de la diócesis de Oviedo (Enrique y Tarancón, Díaz Merchán, Elías Yanes) están en la misma onda. Por diversas razones, el postconcilio giró sobre el compromiso social de la Iglesia y un sector de la jerarquía rompió lazos con el franquismo. De aliados a opositores. Aumentó el peso de Díaz Merchán en el conjunto de la Iglesia española. La encíclica ‘Populorum Progressio’ llenó de viento las velas de la reforma. Hubo un efecto imprevisto en esa etapa: la secularización del clero. El Papa Pablo VI, un hombre (el cardenal Montini) en línea con la Democracia Cristiana italiana, quedó superado por la fuga de curas que colgaban los hábitos y se convertían en padres de familia.
La tercera etapa fue la reacción conservadora de Juan Pablo II. La extrapolación al mundo del modelo polaco de Carol Wojtyla. Un hombre de 58 años con energía suficiente para poner blanco sobre negro. En España aumentó la fuerza de grupos como Comunión y Liberación, Legionarios de Cristo o Camino Neocatecumenal. Los seminarios se vaciaron, pero las parroquias bullían con estos movimientos. Ahí la postura de Díaz Merchán fue más ambigua, entendió la sincera fe de esos grupos aunque no la forma de exteriorizar la espiritualidad. La última fase es el siglo XXI, con el avance del ateísmo. La Iglesia pujante está en el tercer mundo. En una entrevista que le hicimos a Carlos Osoro le pregunté por la Iglesia en Europa. El hoy cardenal dijo «está en un momento muy bonito». Pensé en Merchán. Habría guardado silencio.