A lo largo del presente año Asturias quedará por debajo del millón de habitantes. Un dato llamativo, materia de titulares periodísticos, ha hecho que el declive poblacional de la región se haya convertido en un asunto central en la agenda política asturiana. Por muy simple que parezca, la primera condición para resolver un problema es conocer el enunciado. Si se ignora o subestima la pérdida de habitantes jamás se podrá revertir. Por la misma razón Asturias tiene una productividad baja, ya que el personal y, lo que es peor, la clase política, no sabe que para ganar cuota en los mercados hace falta aumentar la producción por trabajador. En Asturias se incrementa la productividad cuando crece el desempleo, un fenómeno que lo dice todo sobre la falta de eficiencia con la que trabajan muchas empresas.
Volvamos a la demografía. Políticos y pueblo llano ya están concienciados sobre el declive poblacional, pero no se atisban remedios en consonancia con la envergadura del problema. En 2022 tenemos la misma población que en 1960, aunque no estamos en la misma situación que entonces. En aquellos tiempos había el doble de menores de edad que ahora, y la tercera edad tiene actualmente cuatro veces más de individuos que entonces. En sesenta años pasamos de ser una sociedad de niños y jóvenes a una región de viejos. El crecimiento de las ciudades en los años sesenta del siglo pasado venía impulsado por una tasa de natalidad alta y por un flujo constante de personas de las regiones más pobres (Castilla y León, Extremadura, Galicia) hacia nuestras fábricas. Del campo a la ciudad. Cuando aumenta la natalidad y la llegada de foráneos, no es necesario preocuparse por la demografía, sino por construir viviendas y escuelas.
En el presente se pierden habitantes a lo largo y ancho de la región, aunque todos los años hay algunos concejos que se convierten en excepción y aumenta su censo en algunas decenas de vecinos. Ya no se cumple el fenómeno de que el campo y las villas se despueblan, pero en las principales urbes aumenta el vecindario. Si tomamos los diez concejos más poblados, nos encontramos con que todos tienen menos habitantes que diez años atrás, con la excepción de Siero. Surgen iniciativas para repoblar aldeas y villas, cuando el declive demográfico es un asunto estrella en Avilés, Langreo, Mieres, San Martín del Rey Aurelio, etcétera. Debemos preguntarnos qué precio estamos dispuestos a pagar para elevar la natalidad. Un buen interrogante para empezar a solucionar el problema.