De las cuatro estaciones del año, ninguna incorpora un modelo de vida obligatorio como el verano: quemar la piel con el sol, poblar terrazas, viajar, vestir a los hombres con pantalones de niño, consumo masivo de música de compás 4/4, etc. Tan fuerte es la impronta del verano que si se cambia de sitio se habla de ‘veranear’. En las otras estaciones aunque te vayas a Miami, nadie dice ‘primaverar’ u ‘otoñar’.
El verano impone temas de conversación y prohíbe otros. En términos políticos podríamos decir que tiene agenda propia, algo que fuera del estío solo sucede en momentos concretos del año, como las Navidades. Para entender esa agenda hay que nombrar al personaje de la estación, que no es otro que el turista. Puede venir de lejos o ser nosotros mismos, basta con vestirse de turista, al igual que en el carnaval la máscara otorga otra personalidad. El turista necesita de hoteles, bares, playas, monumentos o fabadas. Pero sobre todo quiere tranquilidad para que nada turbe su alegría. En definitiva, el turismo no es compatible con el coronavirus.
Iniciamos la temporada alta con mayor incidencia de covid que en los veranos precedentes. Los números hablan por sí mismos. Al empezar el mes de julio del año 2020 la incidencia acumulada a 14 días por 100.000 habitantes era del 8,4 en España. En 2021 era de 134 casos. En 2022, como dejó de haber computo sobre la población general, solo sabemos oficialmente de la incidencia del virus en mayores de sesenta años: 996,2 casos por 100.000 habitantes. En la última semana 312 muertos. Hay regiones con incidencia por encima de los 1.500 casos. Hay más gente hospitalizada que en los inicios de julio de los dos anteriores años. Entre los meses de marzo y abril el Gobierno decretó la entrada en una venturosa etapa: la normalización. Hay que colegir que el crecimiento de los contagios forma parte de la normalización, así que toca hablar de otras cosas para no molestar a los turistas con cuestiones de poca monta. Ya logramos ‘gripalizar’ el covid.
Entramos en una fase delicada, marcada por la pérdida de eficacia de las vacunas puestas hace un año y las dudas sobre el efecto que tendrá la cuarta dosis. En el momento en que estén dispuestas las vacunas adaptadas a las nuevas variantes del virus, entraremos en un escenario mucho más confortable. ¿En otoño? No entiendo por qué los máximos responsables de la sanidad no hablan claro. De momento, Carolina Darias recomienda sacar las mascarillas del armario, pero la normalización exige sacar el bikini.