La inflación obliga a los hosteleros a subir el precio de la sidra en treinta céntimos de media. Los lagareros recuerdan que tienen pendiente otro incremento relacionado con las distintas calidades del producto. Como en cualquier otro sector, hay mercancía de mayor o menor calidad y el sistema de fijación de precios tiene que reconocer esta realidad. El asunto se arrastra ya desde hace años y no hay una previsión temporal para este ajuste al alza. Por último, el sector ambiciona trabajar con los precios del País Vasco, lo que permitiría comprar la manzana a un precio más alto y así las plantaciones serían más rentables. En resumen: tres incrementos, uno por la inflación, otro por la mayor calidad de algunas clases de sidra y el último, por la homologación con los precios con la sidra vasca. De momento, el único que se aplicará será el primero, motivado por la inflación.
Hablemos claro. Cualquier empresario es libre de poner el precio que considere oportuno a su mercancía. El objetivo del empresario -así consta en los manuales de economía- es maximizar el beneficio y para ello aspira a vender al mayor número de consumidores y al precio más alto posible. El problema viene luego, porque no todas las subidas redundan en mayores ingresos, ya que puede que los consumidores se retraigan y las ventas se hundan y entre en pérdidas el negocio. Los empresarios son libres de hacer unas u otras ofertas, pero el público decide la demanda. Esas son las reglas del juego.
Para subir el precio no hay que buscar justificaciones (inflación, calidades de la sidra, precio en el País Vasco). No sirven de nada. La inflación afecta a todos los empresarios y consumidores, pero no todos pueden defenderse de la misma manera. Si en un mercado concreto hay alguna forma de monopolio u oligopolio pueden subir los precios sin temor. Si en el mercado hay una gran competencia entre empresarios, ocurre lo contrario: el que sube el precio se queda sin clientes. En los países atrasados hay más monopolios (casi todos por concesiones administrativas), en los avanzados más competencia. A la Administración pública le corresponde velar porque haya competencia, de la que siempre salimos ganando los ciudadanos. Ahora en Europa hay inflación de costes (en Estados Unidos hay inflación de demanda) y todo el mundo le quiere pasar la carga al siguiente eslabón de la cadena. Con más subidas de precios se echa leña al fuego de la inflación. Al Gobierno le toca liderar un gran pacto de rentas, pero de momento acuerda con Bildu.