La ministra de Educación, Pilar Alegría, ha presentado la nueva EBAU que se aplicará a partir del curso 2026-2027. En los años anteriores se irá introduciendo el modelo elegido y a partir del año 2026 se desarrollará enteramente. De lo expuesto por la ministra ante representantes de las comunidades autónomas y de las universidades se pueden sacar algunas conclusiones. Habrá la mitad de exámenes que ahora. El examen que más peso tendrá en la nota será una prueba, llamada de «madurez», que representará un 75% de la calificación total. Está orientada hacia el objetivo de estimular el intelecto de los alumnos sin hacer uso de la memoria. Partiendo del hecho de que nunca memorizaron menos que ahora, será un ejercicio muy imaginativo, donde las preguntas no remitirán a ningún conocimiento previo, sino que beberán directamente de las fuentes de los acertijos. Al parecer habrá tres tipos de preguntas: cerradas, semiconstruidas y abiertas. Como no conozco ningún manual que divida las preguntas en esas tres categorías, deduzco que habrá las preguntas de siempre, con un interrogante claro que el alumno tendrá que responder; preguntas que no llegan a serlo porque terminan en puntos suspensivos; y preguntas que no tienen una respuesta concreta, permitiendo al alumno especular sobre la cuestión. A los que se desenvuelvan bien en ese bosque de interrogantes verdaderos y falsos les darán el certificado de madurez. El resto puede que sepan mucho sobre esas materias, pero suspenderán por inmaduros. En la base de todo este mejunje está una pretendida división conceptual entre el empoderamiento competencial y el aprendizaje memorístico. Asimilan destreza competencial con crítica, transversalidad, etcétera, mientras que el saber clásico sería memorístico (lista de leyes godos, etc.). Un discurso plenamente demagógico, porque sin datos, sin saber los hechos, sin conocer las corrientes de pensamiento sobre cualquier cuestión no se puede elaborar ni la más elemental de las críticas.
Los creadores de la nueva EBAU tratan de adaptar la prueba a los contenidos curriculares del Bachillerato. Si el programa de la asignatura de Historia de España ha quedado totalmente devaluado, en la EBAU se plantean cuestiones históricas desde la perspectiva del que no conoce la Historia de España, pero le han suministrado unos materiales sobre sumisión y capitalismo, por poner un ejemplo extraído de la realidad. A todo esto, los rectores de nuestras universidades siguen mudos.