Cuando falta un mes para que los alumnos estén en las aulas hay preocupación entre equipos directivos de centros y sindicatos por las condiciones en que se va a iniciar el curso. En la ESO y el Bachillerato todavía no se dieron a conocer los currículos, que es tanto como trabajar sin un programa. La Consejería de Educación asegura que en el caso de las enseñanzas de Secundaria (obligatoria y postobligatoria) la publicación es inminente y que los centros recibieron ya todas las instrucciones; también hacen constar que en la circular de inicio de curso está todo el contenido. Sobre los libros, en la Consejería afirman que fueron entregando los borradores a las editoriales. Lydia Espina recuerda que la decisión sobre los libros es cosa de los centros, «hay quienes siguen con los mismos y quienes los han cambiado».
El problema de la falta de tiempo y la obligada improvisación proviene de una decisión cien por cien política -nada pedagógica-, consistente en aplicar la Lomloe sin un curso de adaptación o de transición. La ministra, Pilar Alegría, se mostró inicialmente a favor de dar tiempo para adaptarse, pero la cuestión se politizó y el Gobierno dio instrucciones precisas. Las comunidades del PP se mostraron a favor de aplazar la aplicación de nuevos currículos y las del PSOE en contra. Pese a que la Lomloe se aprobó en septiembre de 2020, los currículos de las distintas etapas educativas no fueron dados a conocer hasta el pasado mes de abril. A las comunidades autónomas les dieron cuatro meses para desarrollar la parte autonómica del programa (sobre el 50% de la materia) y preparar un curso que en las etapas de Secundaria contiene grandes novedades.
A estas alturas, pese a las evidentes dificultades, hay que aceptar que se empezará en precario y confiar en la promesa de flexibilización repetida por la consejera. Es probable que las mayores dificultades se den en la ESO y el Bachillerato, porque la Lomloe trae consigo cambios de contenido metodológico a los que están más predispuestos en Infantil y Primaria, por la formación pedagógica de los maestros. Organizar las clases por «ámbitos», fusionando distintas asignaturas, o trabajar por proyectos, supone una novedad que conlleva un cambio de mentalidad. A ello hay que sumar el sesgo ideológico, muy palpable en asignaturas como la Historia, donde desaparece la cronología y se prescinde del relato para discutir en torno a valores. Tremendo para un profesor que lleve veinte años explicando Historia.