Continúa el culebrón del descabalgamiento de Teresa Mallada. Los seguidores de la allerana habían organizado una cita informal en Ribadesella para hablar de lo acontecido. Lo único que ocurrió es que Feijóo decidió apartarla de la candidatura electoral. No va estar en la lista del PP a la Junta General del Principado ni tampoco va a liderar el partido. Ella lo resumió con la fórmula manida de «dar un paso al lado». Lo dicen todos los que quedan apeados. Antes se hablaba de un paso atrás. Tanto se dé un paso al lado o atrás el resultado es el mismo, quedar fuera del poder orgánico y del institucional. Para la reunión en Ribadesella habían llamado a miembros de juntas locales. Al final, el acto quedó desconvocado. Una decisión prudente, porque solo les faltaba a esas decenas de militantes acostumbrados a perder batallas políticas enfrentarse a Feijóo. No tienen capacidad para mantenerse a flote como sector oficialista, ni masa crítica para convertirse en sector crítico del nuevo equipo dirigente que se conocerá este otoño.

Los afiliados y dirigentes alejados de Mallada ven fantasmas. Especulan sobre las intenciones que alberga la exlideresa, al no haber presentado su dimisión como presidenta del partido. Temen que los ‘malladistas’ torpedeen el próximo congreso del partido. Para calmar la angustia, piden que Génova intervenga la organización asturiana. Con un grupo así no hubiera podido Pizarro conquistar Perú.

Vamos a ver, señores, no hay intervención mayor que apartar a Mallada del poder y proponer una hoja de ruta controlada desde Madrid que contempla un congreso de consenso y, de no existir un amplio acuerdo, nombrar a dedo a otro candidato electoral, con derecho a convertirse en presidente del partido. Suponer que los ‘malladistas’ tienen fuerza para boicotear ese plan es ridículo. Antes dije que tampoco podían convertirse en sector crítico. Ahora añado que son tan pocos que no dan para organizar una escisión. En definitiva, tienen ante sí dos opciones, reubicarse en la base con el carné del PP en la cartera, en espera de tiempos mejores, o dejar de cotizar y pasar a engrosar la larga nómina de exmilitantes. Más le vale a la suma de resentidos y preocupados dejar de mirarse el ombligo y empezar a pensar en la situación en que se encuentra la organización. Faltan ocho meses para las elecciones y tres partidos les disputan el espacio de la derecha. No están para psicodramas de grupo, a no ser que se resignen a recibir otro batacazo electoral.