El posicionamiento, directo y claro, de la consejera de Derechos Sociales y Bienestar sobre la obligación de participar en programas de formación o aceptar ofertas de trabajo para poder cobrar el salario social ha revuelto las tripas de la región. Ayer vimos la reacción en tromba de la oposición parlamentaria, de izquierdas y derechas, contra Melania Álvarez y hoy toca pasar revista a los agentes sociales, en sentido amplio. UGT tacha de imprudente a la consejera y niega que el horizonte de niños y mayores sea vivir de prestaciones sociales. El llamado tercer sector, donde están integradas un amplio conjunto de organizaciones no gubernamentales interesadas en fines sociales sin ánimo de lucro, le pide a la consejera que no ponga en cuestión conquistas sociales. En contraste con las anteriores, la Fade demanda que el cobro del salario social sea indisociable de hacer cursos o participar en una búsqueda activa de trabajo. En resumen, de toda la larga serie de organizaciones políticas y sociales la única que está en línea con la consejera es la patronal, que algo sabe de demandas y ofertas de trabajo.
No sé si alguno de los planteamientos públicos tiene algo de pose y no los defienden en privado, pero me temo que no. Puede que las respuestas de Melania Álvarez sirvan, sin pretenderlo ella, de test sobre la clase dirigente asturiana. Hay que ser muy reaccionario para pensar que receptores del salario social en edad de trabajar y perfecto estado de salud deban seguir cobrando la paga aunque no estén dispuestos a dar palo al agua ¿Se debe aceptar una actitud tan antisocial mientras el resto de asturianos trabajan y pagan impuestos? En los países avanzados, que van desde Canadá hasta Australia, no.
En repúblicas populistas o dictatoriales ni siquiera se discute la cuestión, porque su sistema social y económico es tan retardatario que la carencia de bienes básicos afecta a gran parte de la sociedad. Por desgracia para Asturias, gran parte de los líderes y organizaciones que se declaran progresistas son abiertamente reaccionarios. Sus propuestas empobrecen la región o son inviables. Frente a la gente que se dedica a la retórica barata es preciso que surja un discurso reformista, con medidas concretas, como la expuesta por Melania Álvarez. La izquierda implantó el salario social, con una participación destacada de IU, hace diecisiete años. Si al aplicarlo se observan conductas anómalas hay que corregirlas. Lo contrario es incurrir en engaño con el dinero de todos.