Estamos en época de elegir a los candidatos, como sucede en todos los otoños que preceden a los años electorales. Básicamente hay dos vías, la que prima la importancia del aparato y la que da la voz a la militancia. Dos métodos radicalmente distintos que prefiguran la capacidad de crítica interna, el grado de cohesión de las organizaciones y la base sobre la que asientan los liderazgos.
Vox es el único partido que argumenta explícitamente contra las primarias, al entender que lo importante es el proyecto y la marca. Las bases proponen nombres y el Comité Ejecutivo Nacional decide. Un partido conservador, vertical, de orden, que cultiva el papel del líder, digiere sin mayores dificultades que no haya competencia interna.
El problema está en las formaciones que exportan democracia, pero no la interiorizan. En Ciudadanos se recurrió a las primarias para cargos orgánicos, aunque también en el momento más dulce se eligieron así los candidatos autonómicos. La moda decayó. Para elegir a Carlos Carrizosa como candidato a la Generalitat o a Francisco Igea en Castilla y León no hizo falta contar votos. En realidad, el poder siempre estuvo concentrado en Madrid y desde allí se fabricaron candidatos y se destituyeron a responsables elegidos en urna. Que se lo digan a Ignacio Prendes. La democracia interna en Ciudadanos es inexistente.
Más chocante es la situación en Podemos, que enmienda en sus actos todo lo que defiende en sus discursos. Las primarias son un sainete, porque los candidatos críticos con el poder central no cuentan con el censo de afiliados. Daniel Ripa tiene un rico anecdotario. El recuento de votos es electrónico sin posibilidad de control. El resultado es el esperado: siempre ganan los candidatos oficialistas.
En Foro tampoco hay cauces para el pluralismo. La presidenta dice que Adrián Pumares será el candidato a la Presidencia del Principado y el resto aplaude. No hace falta votar. Las bases están para asentir.
Y llegamos al PP, un partido que ve cómo sus lideresas suben y bajan por el dedazo de Madrid. Ocurrió con Teresa Mallada, previamente le había sucedido a Mercedes Fernández y antes a Pérez-Espinosa. Se organizará un congreso si previamente hay consenso sobre el nuevo candidato. Si no hay acuerdo, no habrá congreso.
Frente a los variados ejemplos de decidir uno por todos, está el modelo socialista, iniciado a mediados de los años noventa con las primarias de Almunia y Borrell. Ganó el que no avalaba Felipe González. Zapatero también venció contra el aparato (Bono). Chacón perdió por solo veintidós votos ante el poderoso Rubalcaba. Y Sánchez recuperó el poder frente al mismo Comité Central que lo había defenestrado. Un modelo de pluralismo asentado.
Mientras en Podemos ensayan la parodia, en la Agrupación Socialista de Oviedo (AMSO), Ricardo Fernández y Carlos Fernández Llaneza disputan en la segunda vuelta la candidatura a la Alcaldía de Oviedo. Sin trampa ni cartón.
El mayor ejemplo de democracia interna se dio en Gijón. Desde que en el pasado mes de abril la ‘tribu’ se impusiera a los ‘sanchistas’, recuperando el poder con Monchu García de secretario general, se entró en una fase de realineamientos internos que cristalizó en críticas hacia la gestión municipal. Un grupo de veteranos, vinculados a la Ejecutiva local, pidieron firmas solicitando primarias para elegir candidato a la Alcaldía. Una iniciativa sin precedentes en toda España, ya que los alcaldes repiten como candidatos si así lo quieren.
Los estatutos prevén esa posibilidad para casos muy especiales, exigiendo el apoyo de la mitad más uno de los afiliados. Al principio la FSA lo vio con buenos ojos, pero pronto dieron a entender que no les gustaba el intento de las bases. Las primarias en el PSOE no son un juego de salón, por eso la Ejecutiva local apostaba por las primarias y la Federación Socialista Asturiana lo hacía por la alcaldesa.
Los veteranos lograron su propósito al reunir 675 firmas. Como dijo Carlos Zapico, «hicimos cumbre». Ahí Ana González tuvo el gesto de grandeza de comparecer ante la opinión pública y anunciar que no se presentaría como candidata a las primarias. Entendió que aquella masiva recogida de firmas tenía el valor de una moción de censura interna: «He perdido y la Ejecutiva ha ganado».
Tras un tanteo entre las direcciones local y regional, la dirección local presentó a Floro a las primarias, y en la FSA se movieron y surgió la alternativa de Ana Puerto. Ganó Floro, con claridad, pero Ana Puerto captó muchos votos, demostrando que también era una excelente candidata a la Alcaldía.
‘Chapeau’ para todos ellos; por lo bien que jugó sus cartas la Ejecutiva local y por el papel influyente, pero contenido, de garante del proceso, de la FSA. Por la dignidad de la alcaldesa ante el cuestionamiento interno. Por la bocanada de aire fresco que aporta Floro a un partido con muchos años en el poder, y por la valentía de Ana Puerto de atreverse a remar contra corriente. Una lección para el resto de partidos, que no hacen algo parecido aunque se entrenen.
Imposible una campaña electoral mejor para el socialismo que las primarias de Gijón. Desde estas líneas hemos criticado muchas veces al PSOE y a sus dirigentes, y seguro que habrá más ocasiones de hacerlo, pero hay que ser sectario o miope para no ver que las primarias de Gijón constituyen un ejercicio de madurez y pluralismo como no había hecho ningún partido en Asturias en cuarenta años.