Teresa Mallada ha dimitido de su cargo de presidenta del PP asturiano. Ha explicado que tomó la decisión para facilitar el trabajo al nuevo presidente que elija Núñez Feijóo. Una cesión de responsabilidades por fases: primero renunció a revalidar el puesto en el próximo congreso, luego deja el cargo y el liderazgo en la formación política, pero se aferra a la portavocía del grupo parlamentario, función que desempeñará, tal como ha dicho, hasta las elecciones. Cada político tiene su estilo, hay otros que se acogen a la fórmula de dar un paso al lado y desaparecen de la escena. Hay que ver como algo normal que quiera acabar la legislatura como diputada, porque forma parte del compromiso adquirido con los electores, pero la cuestión de la portavocía es harina de otro costal. Cuando haya un nuevo presidente del PP asturiano, que asuma la difícil responsabilidad de enfrentarse al partido que lleva gobernando casi toda la etapa autonómica, lo lógico es que la organización y los representantes institucionales se pongan a su disposición. La dirección política debe ejercerla el candidato a la Presidencia del Principado. Las tomas de posición del grupo parlamentario deben ser supervisadas o impulsadas por él. Dentro de esa amplia capacidad de decisión está ratificar o relevar al portavoz. El nuevo líder debe poder elegir al diputado o diputada que le suscite más confianza o que vea más adecuado para el puesto. Como ocurre en estos casos, se especula sobre quién será el candidato. Se baraja media docena de nombres entre los que está Álvaro Queipo. Si el diputado por occidente fuera el nuevo presidente sería absurdo que Mallada se mantuviera de portavoz. La tirantez, la animadversión o la simple falta de confianza es recíproca. Consideraciones sobre la conveniencia o no de mantenerse de portavoz pueden hacerse con cualquier otro candidato, quizás con la excepción de Belarmino Feito, que fue en su día el valedor de Mallada ante Casado.
La expresidenta manifestó que la dimisión fue pactada con la dirección nacional, pero en círculos del PP aseguran que hubo presiones desde Génova para que diera el paso, llegando a barajarse la alternativa de imponer una gestora. No me extrañaría que hubiera pasado esto último, porque en el PP cada vez que hay un problema interno sale a relucir la gestora, como amenaza o como realidad. A ver si los notables están a la altura de las circunstancias y no hay que tomar medidas quirúrgicas en víspera de elecciones.